La taberna del mar: octubre 2010

28 octubre 2010

La angustia de la espera


Has conocido lo que significa esperar,
muchas veces,
tantas, que hasta has pensado que tal fatalidad
es parte de tu carácter,
en habitaciones de hospital, blancos azulejos,
mirando al mar, mientras las olas
rompen de una en una contra las rocas,
en intervalos sudorosos entre pesadillas terribles
de negras noches infinitamente oscuras,
muchas veces bajo el sol, sediento,
otras aterido de frío, temblando,
no sabes bien si por necesidad
o porque te impulsa algún deseo desconocido,
pero siempre has esperado,
desde que eras bien joven,
cuando los demás corrían y enseguida
lograban aquello que deseaban,
en la madurez,
mientras te parecía que los otros
tenían todo en su mano,
en la vejez arrugada,
cuando vas contando cada paso que das,
cojeando, aguardando.
Cuando crees que sólo has conocido la espera,
que sólo has llegado a ser el triste y afligido
experto en esperar
a que se enfríe un poco la taza de te,
que se seque la ropa,
que llegue por fin tu turno...
que dejes de pasar sin sentido
las nuevas páginas de la vida.
Parece que nunca te darás cuenta
de que para dejar de esperar
no hay que hacer nada, absolutamente nada
más que estar, simplemente estar,
y abandonar para siempre la angustia de la espera,
y olvidarla así, sólo así.

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19 octubre 2010

Cuando pierdo


En trance escribo cuando me abandono
a mis delirios,
cuando derrotado e inmóvil
me aventuro por caminos de sombra,
cuando pierdo.

Solo, agotado, incómodo.

Experimentando atroces convulsiones,
caminando por caminos de polvo,
por arcenes de azabache
y colinas de niebla.

Solo, agotado, incómodo.

En trance escribo cuando me abandono
y nadie me perdona, ni me indulta.
Cuando pierdo.
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04 octubre 2010

En parques interminables


Inventé mi pasado
a la hora de la comida,
os dije que existían
problemas familiares,
o laborales, no recuerdo,
os conté que tuve
que matar a alguien
para poder seguir
yo mismo vivo,
y os lo creísteis bien creído,
mientras el tinto nublaba
la mente de los presentes.

Entonces comenzaron a aparecer
los espectros por doquier,
la mayoría de ellos falsos,
el resto, de tu calaña,
quisieron decirme en siete palabras
que todos los secretos
estaban bajo la alfombra
esperando a ser sacudida,
que podía aparecer en el ropero
un cadáver embalsamado,
tan ficticio como mi pasado.

Se levantó un aire que arrastró
los secretos bajo la alfombra,
pero el difunto del armario
acabó como invitado
al café de sobremesa.

(Escultura de la imagen: Pablo Aranburu)

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