Bruselas, 1988
Sabías que te miraba
y sonreías.
Desde tus ojos negros,
una cálida sombra de patios porticados
y la suave luz que, tamizada,
enjalbega de rosa las columnas.
Sabías que te miraba
y descansabas.
Estático, sin moverte,
esperando a que te dirigiera la palabra.
Pero lo hice y tú no me entendiste.
Respondiste y yo no entendí.
¿Qué palabras dijimos aquel día?
¿Adónde se marcharon?
Desde tus ojos negros,
resplandores de espuma y brisas de desierto,
oscuros cantos bereberes,
el rumor de las hojas del naranjo
y el agua de una acequia ensombrecida.
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3 Comentarios:
¡Ay, albañil del desierto que robaste mi alma sin entender tus palabras!
Desde unos ojos negros
Desde el rumor del azahar
Desde la incongruencia de las sombras,
un saludo.
La próxima vez llevate un diccionario.
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