La taberna del mar: Un hammam en Bukhara

03 septiembre 2007

Un hammam en Bukhara

Si hay experiencias gratificantes en este mundo, una de ellas es la de la visita a un hammam. He estado en hammams de Turquía, Túnez, Jordania, Líbano, Siria y no podía perder la oportunidad de hacer lo propio en Uzbekistán. Akbar y Yorquin, de dieciocho años, me invitan a pasar. Nada hay más indescriptible que la sensación de relajamiento y misterio de un hammam, perderse entre sus pasillos de paredes de piedra húmeda, descubriendo los juegos que las luces, que se filtran desde las cúpulas, dibujan sobre el mármol. Ladrillo, arena y piedra apagando el tumulto del bazar cercano en una atmósfera inevitablemente erótica y voluptuosa, melancólica y dulce, en un lugar en el que el tiempo se detiene contemplando las espirales que el agua vaporizada enmaraña entre los rayos mortecinos, sintiendo el frío mármol en la espalda, escuchando solamente el goteo del algún grifo, el escurrir de alguna esponja, el canto apagado de Akbar que limpia a manguerazos algún otro cubículo, la risa de Yorquin, que baila delante de un televisor que hay en la entrada una canción de moda.

Akbar me cuenta que está aprendiendo, que Yorquin, a pesar de su juventud, es el maestro (pero el verdadero maestro y dueño del hammam dormita la siesta en un banco a la entrada). Y, efectivamente, las expertas manos de Yorquin consiguen que no haya un solo hueso de mi cuerpo que deje de sonar, que no haya un centímetro de piel vieja que no consiga arrancar con su guante de seda. Me llena de espuma las orejas y hasta la boca y los ojos para, finalmente, embadurnarme de algo parecido a la mostaza (¿jengibre?) que conseguirá que no me constipe durante un año. Eso espero.

Tumbado después de un nuevo enjabonado y aclarado con agua helada, dormitando sobre el mármol, siento que yo también vuelvo a tener dieciocho años.

A la salida, envuelto amorosamente con toallas limpias y secas, una taza de té aromático me espera delante de una mesa, en la que comparto con Akbar mis veleidades informáticas y le explico cómo abrir una cuenta de correo electrónico. Hizo un curso hace tiempo, pero le pareció muy difícil y, como no tiene acceso a un ordenador, se le ha olvidado. Le digo a ambos que tienen mucha suerte de trabajar aquí. “Me encanta mi trabajo”, dice Akbar. Y yo no lo pongo en duda. Les prometo hablar sobre su hammam en internet. Promesa cumplida.

Hammam Bozori-Kord, Hakikat st., Bukhara.



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8 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

¿Quien pudiera empezar la mañana en un hamman o aún trabajar en uno de ellos? Se dice por ahí que mientras que los tontos y los torpes nos dedicamos a enseñar los realmente inteligentes se dedican a aprender. Y tengo la sana intuición de que en la Taberna del Mar se participa más de esto último que de aquello.

9/03/2007 09:23:00 a. m.  
Blogger un-angel escribió...

Que delicia, Serrano, leerte y imaginarlo sobre el propio pellejo, jaja.
Un abrazo.

9/03/2007 11:42:00 a. m.  
Blogger Jose M. Zendoia escribió...

Esto es terminar bien un paseo por Bukhara.

(en el fondo, aprender y enseñar vienen a ser la misma cosa, jovenamaril)

9/03/2007 01:44:00 p. m.  
Blogger pon escribió...

Mmmmmmmmm..........

9/03/2007 08:16:00 p. m.  
Blogger Rosa escribió...

Me imaginó, como dices que no hay palabras para describir las sensaciones de un hamman; el silenciarse de los ruidos exteriores y la átmosfera voluptuosa que te va envolviendo... y el canto suave de Akbar y los expertos tratamientos de Yorkim.

Haz cumplido tú promesa... y allí estamos aspirando los vapores de los baños... y Akbar y Yorkin; allá en la lejana Bukhara, esparcidos un poco por todps lados... gracias a tus palabras.

9/04/2007 02:13:00 a. m.  
Blogger David escribió...

Seguro que tus anfitriones se quedarían estupefactos si además de la cuenta de correo les contaras lo que es un blog. Pero gracias a éste, les conocemos y nos acercas a esos viajes que me ponen los dientes largos.

9/04/2007 10:31:00 p. m.  
Blogger Vulcano Lover escribió...

Que nos traten como niños siempre nos gusta... La piel y lo que podemos llegar a sentir es algo que muchos no desarrollan, algo que nuestra civilización ha ido perdiendo... Recuperarlo en ese fin del mundo (adoro los hammanes) es una experiencia indescriptible...
(te recuerdo que tenemos pendiente una cosita...)
Un abrazo

9/05/2007 08:30:00 a. m.  
Blogger Carlitos Sublime escribió...

Uy, qué ganas de ir por allí. Después de leer algunos de tus posts, sólo tengo clara una cosa: que iré. Muchas gracias por concederme este placer una mañana de jueves, sin esperarlo...

Saludos

9/06/2007 10:30:00 a. m.  

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