La taberna del mar: Jemaa el Fna

25 mayo 2009

Jemaa el Fna


Cuando se acerca el final de la tarde en Marrakech, la plaza ruge con los timbales, y la vibración atrae al viajero que indefectiblemente acaba por claudicar ante su magnetismo. Ya esté en un zoco perdido en los confines de la Medina, de la Kasbah o de la Mellah, o en un Macdonalds de Gueliz, un poder hipnótico le arrastra hasta la gigantesca plaza. “Reunión de muertos”, dicen que significa su nombre. Nada más sorprendente: sólo hay vida en Jemaa el Fna.

Porque se puede hacer de todo en Jemaa el Fna: pescar botellas de coca cola con una caña de cuyo sedal cuelga un arito de madera, pasar un paquete de tabaco de un vaso a otro ayudado por dos largas varas, o derribar dos bolos con un balón de fútbol, o pesarse en una báscula roída, tomar un zumo de naranja o un vaso de agua fresquita (mejor que no), ver las evoluciones de los acróbatas, sacarse una muela o apretar con la mano izquierda en un aparato que medirá tu fuerza (ante las risas o la admiración de la concurrencia), pisar una cobra del desierto si andas descuidado, o encontrarse con un horrible mono subido en tus hombros y tirándote del pelo, o pedirle a una de las señoras bereberes (las únicas mujeres de la plaza que no son turistas) que te hagan una obra maestra con henna en la piel. Un curandero con barba blanca y gafas de pasta y cristal verde te explicará con un muñeco de los que se usaban en clase de anatomía cuáles son tus males, y te dará allí mismo la receta y la medicina.

Los tribus del desierto llenan la noche con sus cantos y timbales, con sus flautas, y sólo se detienen cuando el rezo desde los minaretes se desparrama por la noche africana y la plaza se apacigua unos pocos minutos.

Entre los corrillos que se forman deambula algún chapero oliendo a pegamento, y algunos respetables señores con chilaba que acaban de salir de la mezquita y que casualmente siempre están en todos los tumultos, en todos los apretones, con las manos bien preparadas para tocar lo que se ponga por delante.

También se puede comer en los innumerables puestecillos que aparecen mágicamente de la nada y acaban ocupando media plaza, con sus luces estridentes y sus largos bancos de madera, llenando el aire de fuego y humo y ruido. Los cocineros, inmaculadamente vestidos de blanco, se arremolinan alrededor de las parrillas, asando brochetas, pescado, cabezas de cordero, cociendo huevos, untando trozos de pan, sirviendo té.

Pero no es sólo eso: hay algo mucho más profundo y atrayente, mucho más poderoso. Algo por lo que los habitantes de Marrakech acuden cada tarde a la plaza y asisten boquiabiertos al espectáculo más antiguo del mundo.

Porque no hay nada comparable al poder que tienen los contadores de historias.

Entonces me acuerdo de Juan Goytisolo y de todo lo que me había hecho soñar con esta plaza, de todo lo que me había hecho desear estar allí una noche fresca y perfumada bajo esa luna de plata. Ahora sueño con volver.



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6 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

A veces creo que debiste pasar por Marrakech en alguna anterior reencarnación, ¿dónde sino aprendiste tan bien a contar historias?

5/25/2009 10:10:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

pues fíjate, yo también lo creo

No lo de contar historias pero sí lo de conocer la ciudad desde el primer momento en el que puse el pie en ella

e ir a todas partes sin ayuda plano... son cosas que me asustan

5/25/2009 10:35:00 a. m.  
Blogger Juan Duque Oliva escribió...

Que de recuerdos con tu entrada, que bien escribes.

La primera vez que fui, uno que acababa de conocer me montó en una moto y me metió por las calles que hay por detrás donde no hay ni luz. Inolvidable.

5/25/2009 12:47:00 p. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

no me extraña entonces que fuera inolvidable...

5/25/2009 12:51:00 p. m.  
Blogger Frantic St Anger escribió...

Te digo lo mismo que te dije en Facebook: ¡qué envidia me das, cabrón! No sólo por lo que cuentas sino por cómo lo cuentas.

Un abrazo.

5/29/2009 12:00:00 a. m.  
Blogger Fer escribió...

Qué recuerdos.

La verdad es que en mi viaje a Marruecos, la plaza de Jemaa el Fna fue una de las cosas que más me impresionó.

Me ha encantado tu post.

5/31/2009 03:28:00 p. m.  

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