Por prescripción facultativa
Todo empezó hace unos meses, al entrar a una exposición de Modigliani, o quizá empezó un poco antes, el día que me dijeron que tenía extrasístoles ventriculares en un reconocimiento médico rutinario, aunque muchos sabéis que probablemente todo empezó aquella noche en la que vi una peli de vaqueros, si bien hay muchas otras veces que ya se pierden en el recuerdo y que probablemente empezaron en una habitación de hospital, cuando me dejaron por primera vez sobre la tripa de mi madre.
El caso es que padezco de Síndrome de Stendhal, como muchos de vosotros. Se me seca la boca, se me acelera el pulso, empiezo a ver manchas negras a ambos lados de la cara, me tiemblan las manos y las piernas. Y como ya estoy mayor y tengo intención de seguir por aquí todo el tiempo que pueda, he decidido racionar las dosis de belleza.
Pero a veces, es difícil. Picasso no es mi artista preferido, ni muchísimo menos. Pero la gigantesca exposición del Museo Reina Sofía tiene un cuadro que me aterra (me tiemblan los dedos sólo al teclear su nombre): “Pablo vestido de arlequín”, de 1924.
Todo iba bien hasta que en una de las salas noté la presencia de ese niño exquisito, de la infinita ternura con la que el genio lo dibujó, de su fragilidad, de sus piececitos a medio pintar.
Me hice el tonto, miraba hacia otro lado, comencé a pensar en las Elecciones, que eran ese mismo domingo. Pero de reojo lo veía. Lo veía como si lo tuviera grabado a fuego en la retina. Cerraba los ojos y lo veía. Veía los rombos amarillos y azules, los descuidados encajes, el gorrito negro, los mechones pelirrojos. Ahora mismo cierro los ojos y lo veo.
Pasé de largo, temiendo el colapso. Aún ahora, pensar que lo tengo aquí, cerca de casa, me aterra como si fuese una herida abierta.
Hoy no pongo ni foto. Por prescripción facultativa.
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El caso es que padezco de Síndrome de Stendhal, como muchos de vosotros. Se me seca la boca, se me acelera el pulso, empiezo a ver manchas negras a ambos lados de la cara, me tiemblan las manos y las piernas. Y como ya estoy mayor y tengo intención de seguir por aquí todo el tiempo que pueda, he decidido racionar las dosis de belleza.
Pero a veces, es difícil. Picasso no es mi artista preferido, ni muchísimo menos. Pero la gigantesca exposición del Museo Reina Sofía tiene un cuadro que me aterra (me tiemblan los dedos sólo al teclear su nombre): “Pablo vestido de arlequín”, de 1924.
Todo iba bien hasta que en una de las salas noté la presencia de ese niño exquisito, de la infinita ternura con la que el genio lo dibujó, de su fragilidad, de sus piececitos a medio pintar.
Me hice el tonto, miraba hacia otro lado, comencé a pensar en las Elecciones, que eran ese mismo domingo. Pero de reojo lo veía. Lo veía como si lo tuviera grabado a fuego en la retina. Cerraba los ojos y lo veía. Veía los rombos amarillos y azules, los descuidados encajes, el gorrito negro, los mechones pelirrojos. Ahora mismo cierro los ojos y lo veo.
Pasé de largo, temiendo el colapso. Aún ahora, pensar que lo tengo aquí, cerca de casa, me aterra como si fuese una herida abierta.
Hoy no pongo ni foto. Por prescripción facultativa.
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9 Comentarios:
Por prescripción facultativa hoy no digo nada.
No temas.
Es la belleza, que te persigue.
A veces asusta, pero no es nociva.
(muy bello el texto)
Ayayayayayyyy ese síndrome, qué bueno que es!!!!!
Un poco me ha dado con tu texto, solo un poco eh?, no te vayas a poner ahora a presumir.......hay muchos cuadros de palabras en esta taberna que provocan stendhales de vértigo.
Yo del de los vaqueros y algún otro no me he recuperado aún. Pero vamos, nada que no cure otra ración de belleza. Prueba.
"nada que no cure otra ración de belleza"
ay, que miedo me da eso...
Con dos copazos previos, claro.
Yo me uno a enero20, me callo.
El Síndrome de Stendhal es una de mis pelis favoritas de Dario Argento.
Muchas gracias por lo de Dos Manzanas.
El café está hecho cuando quieras.
Si, la belleza cura mi dulce amigo. Cuantas veces pasear por un parque y llenarme del aroma de los árboles, del viento fresco me ha aliviado un poco... claro, que las mías son dolencias de otra índole.
Te envió un abrazo... el más fuerte que puedo darte.
Así que así se llama eso..? mirá vos...
Que... ¿te mejores? ay! no sé qué carajos se dice en situaciones como esta...
Si el exceso de belleza enferma... ¿entonces el exceso de fealdad cura?
Un beso argentino.
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