Cantar de los cantares
Mejores son sus besos
que el aroma de los cedros en el Líbano,
sus caricias que el vino y la miel.
Su abrazo desparrama los aromas
de la mirra por entre los desfiladeros.
Es mi amado un ramo de violetas
que reposa en mi pecho cada noche,
sus labios como uvas maduras de septiembre.
Bajo su sombra me senté
y su fruto fue dulce a mi paladar.
Enfermo estoy de amor,
recuperadme,
dadme agua fresca de los torrentes,
aunque sé que no hay agua que calme
mi sed de Él.
Él vino a mí entre los murmullos
del arroyo helado,
tendió su mano y acarició mi mejilla.
Los corzos y las ciervas
saltaban por los montes y collados,
dulce era el perfume de las azucenas.
Al alba desperté y no lo hallé.
Errante lo busqué por todos los puertos
preguntando por él a los marineros
y nadie me dijo si estaba vivo o muerto.
Perfumado de mirra e incienso
al alba huí por do más yo gozaba,
y entre las azucenas
olvideme de mí y al dolor entregueme.
No estaba Él, pero los cabellos del otro
eran como las cabras que se recuestan
en las laderas de Galaad
y sus mejillas como granadas maduras,
miel y leche debajo de su lengua.
No estaba Él, pero cuando apuntó
el día y huyeron las sombras
supe que todos eran Él y que Él eran todos.
Ven conmigo a saltar desde las cumbres
de Senir y Hermón.
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3 Comentarios:
Que maravilla de texto, siempre me gustó
¡qué dELicadeza!
Tocada y hundida!!!
Maravilloso señor de las palabras.
Besitos
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