Saudade
No sabíamos que el destino dejaba
de ser complaciente desde el primer momento
en que los trinos dulces de las arengadoras
prevalecían incautos en la búsqueda enajenada
de sombríos presagios aurorales.
Ni siquiera nadie nos dijo una tarde de invierno
que las musas quedáronse atrapadas en el hielo
como el barco de Friedrich.
Al menos alguien pudo habernos avisado.
No vimos las hojas amarillas haciendo remolinos
ni sentimos la saudade del que se pierde solo en la montaña.
Aún temblamos cuando reconocemos los pálidos cadáveres,
cerúleas ya las manos, podridos ya los dientes,
cuando vemos los mirlos que no cantan
picoteando rebañadas cuencas.
¿Fuimos tan insensibles?
(¿o tan tontos?)
Sólo al atardecer un leve vaho mohoso
acaricia la tierra y se extiende
como un sudario verde de algún santón islámico,
redimiéndonos, ahogándonos, callándonos.
de ser complaciente desde el primer momento
en que los trinos dulces de las arengadoras
prevalecían incautos en la búsqueda enajenada
de sombríos presagios aurorales.
Ni siquiera nadie nos dijo una tarde de invierno
que las musas quedáronse atrapadas en el hielo
como el barco de Friedrich.
Al menos alguien pudo habernos avisado.
No vimos las hojas amarillas haciendo remolinos
ni sentimos la saudade del que se pierde solo en la montaña.
Aún temblamos cuando reconocemos los pálidos cadáveres,
cerúleas ya las manos, podridos ya los dientes,
cuando vemos los mirlos que no cantan
picoteando rebañadas cuencas.
¿Fuimos tan insensibles?
(¿o tan tontos?)
Sólo al atardecer un leve vaho mohoso
acaricia la tierra y se extiende
como un sudario verde de algún santón islámico,
redimiéndonos, ahogándonos, callándonos.
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2 Comentarios:
Es mejor que no os hubiera avisado nadie, así pudo continuar la búsqueda de las musas y los mirlos.
Hubiera cambiado algo de haberlo sabido???
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