Samarkanda
Tombuctú, Pernambuco, Samarcanda... Hay ciudades cuyo solo nombre nos invita a soñar, a imaginar destinos lejanísimos y exóticos. Samarcanda, en las tardes más tristes digo tu nombre y se aleja todo lo oscuro.
La primera impresión que recibe el viajero es que la ciudad es una mezcla entre Bujara y Tashkent. Además se encuentra a mitad de camino entre ambas. Los majestuosos monumentos que en Bujara quedan incluidos entre abigarradas casas de adobe aparecen aquí enfatizados por fastuosas avenidas rectilíneas llenas de fuentes y árboles, en un atentado artístico parecido a la apertura de la vía della Conciliazione por Mussolinni en Roma, ante al Vaticano. Así, desde el Gur Emir se divisa la magnífica plaza del Registán, y desde ésta la cúpula de la mezquita de Bibi Khanum, que a su vez nos invita a seguir el camino que nos lleva a Shah-i-Zinda, la necrópolis.
La primera impresión que recibe el viajero es que la ciudad es una mezcla entre Bujara y Tashkent. Además se encuentra a mitad de camino entre ambas. Los majestuosos monumentos que en Bujara quedan incluidos entre abigarradas casas de adobe aparecen aquí enfatizados por fastuosas avenidas rectilíneas llenas de fuentes y árboles, en un atentado artístico parecido a la apertura de la vía della Conciliazione por Mussolinni en Roma, ante al Vaticano. Así, desde el Gur Emir se divisa la magnífica plaza del Registán, y desde ésta la cúpula de la mezquita de Bibi Khanum, que a su vez nos invita a seguir el camino que nos lleva a Shah-i-Zinda, la necrópolis.
De ellos, el Gur Emir justifica por sí sólo el largo viaje hasta Samarcanda. Inolvidables los deliciosos atardeceres anaranjados en el jardín delantero, contemplando la armónica belleza de las proporciones del edificio, en cuya cúpula aparecen unos hierbajos que no sólo no lo afean sino que le confieren ese romanticismo que desprenden las ruinas. En él se encuentra la tumba del gran Tamerlán, cuyo nombre hizo temblar a varias generaciones y que ha sido recuperado como héroe nacional tras la independencia, junto a su nieto Ulugh Beg. Desde allí, la calle de Ruy González de Clavijo recuerda la figura del madrileño enviado por Enrique III en 1403 a la corte de Tamerlán para embarcarlo en su lucha contra los turcos (y que fracasó por la muerte en batalla del conquistador). Su relato “Embajada a Tamerlán” es una joya de la literatura de viajes en castellano y el principal impulso que me ha llevado a viajar a Uzbekistán.
La plaza del Registán atrae con su majestuosidad las miradas de los pocos turistas que pululan por allí este abrasador mes de julio. Tres enormes edificios ocupan tres lados del cuadrado de la plaza: la madrasa de Ulug Begh y su minarete inclinado, la madrasa Chir Dor, que refulge por las tardes como si fuese de oro puro, y la mezquita Tilla Kari, con su vibrante cúpula azul (pensará el lector que uso adjetivos con ligereza, pero con 45 grados la cúpula vibra, lo prometo). El cuarto lado se deja para contemplar la maravilla.
La visita nocturna a la mezquita Bibi Khanum se me hace imprescindible, con la luna que se esconde tras los minaretes e ilumina el patio con su suave luz plateada. El atardecer (pero ¡hay tantos sitios y tan pocos atardeceres!) en la necrópolis de Shah-i-Zinda hace enmudecer al viajero ante la magnificencia de sus mausoleos, decorados de exquisitas cerámicas. Pero yo estaba más preocupado buscando un servicio.
Algo más lejos, las ruinas de la antigua ciudad de Afrosyab, esconden en sus alrededores el secreto de la tumba del profeta Daniel. Desde que fue enterrado, la tumba del profeta no ha hecho más que crecer. Su ataúd, cubierto con una enorme tela de color verde oscuro y bordados, se guarda en un edificio que debe ser ampliado cada poco tiempo: ¡ya mide dieciocho metros!. El día que un extremo de la tumba toque el otro (para lo cual deberá rodear la tierra entera) habrá llegado el fin del mundo. Nada nos dice que un día de estos no veremos aparecer la tumba del profeta atravesando los muros de nuestra cocina. Preparémonos entonces.
11 Comentarios:
Lo tuyo son vacaciones y lo demás es tontería.
Vaya "peazo" de viaje guapo!!!!
seguro que algunos, sin salir de Móstoles, viajan más que otros que se van a Japón
se viaja con los ojos y desde dentro
besos, guapa, me alegra verte por aqui otra vez
Mítica Samarkanda, la familia de mi novio es de allí.
jolines anónimo
no nos dejes así
¿la familia de tu novio es de allí?
cuenta más
me dejáis con la boca abierta...
Sé que tenemos una cosa pendiente... a ver si nos movemos, no???
besos...
Cada sílaba sabe a algo rico, exótico e intenso.....canela, sedas, vainilla, cardamomo, caoba, ombú, cachemir......cada palabra huele a adobe, azulejos, calor, fuentes escondidas........
Dices que evocar el nombre de Samarkanda, aleja cualquier tarde triste. Me imagino que recordar cun lugar especialmente hermoso ha de ser así; cerrar los ojos y volver esas calles.
Es hermoso cuanto describes, y sobre todo cómo lo describes. Los datos históricos que incluyes, las comparaciones... y eso hecho extraño de la tumba del profeta Daniel... realmente me has dejado pensando.
Compartir las vacaciones contigo es un poco como haber viajado metido en tu maleta, una maravilla...
( suerte tuviste que el polizon era solo virtual, jaja )
Un abrazo.
Jeje, si otros van en la maleta yo quiero ir en el bolsillo. Qué bueno lo que escribes, y esa foto nocturna mmm qué color!
¿Puedo linkear vuestra taverna en Cabo Kennet? Es que me gusta.
bueno, el próximo viaje os llevo a todos
por supuesto que puedes enlazarnos
Fantástico texto. Que sepas que te estás convirtiendo en mi autor favorito de literatura de viajes. Y no bromees con lo de llevarnos en tu próximo periplo, Jack, que ante una idea tan tentadora igual te tomamos la palabra...
Publicar un comentario
<< La Taberna del Mar