La taberna del mar: Preguntando se llega a Roma

21 mayo 2008

Preguntando se llega a Roma



Efectivamente, se llega. Lo malo es que una vez allí, puede que no seas capaz de llegar a ningún sitio ni siquiera preguntando. Y más si encuentras a un muchacho como el que yo encontré, que estaba empeñado en confundir la derecha con la izquierda.

La pretensión era llegar hasta la Villa de Adriano (reconozco que aún hoy, y lo he intentado tres veces, he sido incapaz de leer el libro de la Yourcenar). Para los que tengáis intención de ir alguna vez a la Villa, deciros que se hace algo complicado en transporte público: un largo viaje en metro hasta Ponte Mammolo, una estación de autobuses en la que nadie parece saber nada, una taquillera no demasiado dispuesta a hacértelo fácil, un autobús maltrecho lleno de gente con paquetes, la seguridad de que sólo tú bajarás en la parada que conduce a la villa y que serás incapaz de anticipar, un conductor que cada vez que le preguntas sobre Villa Adriana simplemente responde “five minutes”, y así durante media hora.

Siempre hay un ángel que protege al viajero despistado, y en este caso se materializó en forma de señora que nos indicó cuál era nuestra parada. Y efectivamente lo era: el pueblo se llamaba Villa Adriana. Pero a la vista sólo había una cafetería de carretera y una larga línea de chalets de medio pelo que se perdían hacia el infinito.

Las tres primeras veces que lo intenté resultaron infructuosas: “¿Villa Adriana?”. Y sólo obtuve la respuesta esperada: “Villa Adriana es esto”. “Ya pero ¿los estanques con estatuas, los peristilos, las columnas de mármol, las termas, los cenadores al aire libre, los cocodrilos, los olivos bajo los que Adriano y Antinoo celebraron con vino sus amores?”. Nada, “Villa Adriana es esto”. Triste pensar que viven en un pueblo e ignoran de dónde viene su nombre.

Finalmente, una anciana nos señaló hacia una colina lejana en la que verdeaban al sol de la tarde unas filas de cipreses y unos pinos gigantescos. Pensé que nos mandaba al cementerio.

Pero no, después de una larga caminata aparece el omnipresente parking para autobuses y el grupo de americanos o japoneses que corren detrás de un guía con paraguas, antena con bandera o piruleta gigante y se adentran, sofocados, entre las ruinas.

A la vuelta, un muchacho nos indicó dónde coger el autobús, pero cada vez que decía “destra” señalaba a la izquierda, y cada vez que decía “sinistra”, a la derecha. Intenté hacerle ver que la derecha es la “destra” pero me miró con cara de “¿tú me vas a decir a mí cual es la ‘destra’ en italiano?”. Así que hicimos caso de sus gestos y lo contrario de sus palabras y llegamos a la parada del autobús que nos llevó de vuelta a Ponte Mammolo, tras un largo y caluroso viaje aprisionado entre italianos veinteañeros en camiseta, lo cual no deja de tener su gracia.

Lo de la Villa lo dejo para otro día.


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5 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

¡Vaya, parece que salir de Roma tiene su marchilla!
Hasta que cuentes lo de la Villa ya tenemos con qué entretenernos.

5/21/2008 12:53:00 p. m.  
Blogger pon escribió...

SPQR

(Sin Pasta Quién Regresa)

5/21/2008 09:38:00 p. m.  
Blogger Marga escribió...

Entre la "destra" y la "sinistra" esperaremos hasta llegar a tu comentario sobre la Villa de Adriano.

Besitos

5/22/2008 01:27:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Y a cualquier sitio, incluso a Málaga.

5/22/2008 06:51:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

¿A Málaga?...Pero si está facilísimo: to recto y p´a bajo. Los italianos es que se complican mucho.

5/24/2008 10:20:00 a. m.  

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