El arte de los locos 3. Adolf Wölfli: el hombre que se convirtió en San Adolfo II

Suizo, nacido en el cantón de Berna en 1864, con una espantosa infancia: padre alcohólico, víctima de abusos sexuales, a los nueve años va pasando de granja en granja haciendo los más diversos trabajos. Durante su juventud, marcada por un desengaño amoroso, es llevado a prisión por intentos de violación y abuso de menores. A la salida de la cárcel, reincide y es internado en 1899 en el hospital de Waldau, cerca de Berna, hasta su muerte en 1930.

Imagino al doctor observando el cambio en la agresividad de su paciente, canalizada ahora ante una hoja en blanco y un puñado de lápices de colores (que consigue regalando sus obras a los visitantes de la clínica), el súbito interés por el arte de una persona ajena a él, alguien que no había recibido ninguna formación artística. Y su asombro al descubrir la belleza de la producción incansable (la misma que me asombra hoy a mí) o las composiciones musicales que el propio Wölfli interpretaba con una trompeta de papel.

En 1908 comenzó a escribir su autobiografía, los viajes por el mundo de un niño que pasa de ser caballero, a emperador y finalmente santo: "San Adolfo II". Veinticinco mil páginas con mil seiscientos dibujos y otros mil seiscientos collages en cuarenta y cinco volúmenes. Pájaros, edificios, ciudades llenas de catedrales y palacios, diseños geométricos, animales, máscaras, serpientes y mandalas le acompañan en su peripecia vital, salvando miles de obstáculos. Algo totalmente ajeno a lo que había sido su vida.
A su muerte, en 1930, la mayor parte de su obra fue a parar al Museo de Bellas Artes de Berna. Caballero, emperador y santo sin salir de su hospital. Acabo con uno de sus textos: “jaardines, paseos y ceementerios, numerosas grandiosas Plazas con elevadas, lujosas obras conmemorativas, estatuas ecuestres y monnumentos...trannvías electr. y eleganntes aceras”
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3 Comentarios:
Con cada entrega alucino más, la verdad. Seguro que algún cazatalentos desaprensivo ya se está recorriendo los hospitales psiquiátricos.
Y al cabo no es eso lo que hacen todos los creadores? De cualquier parte del mundo, genios o mediocres, legalmente cuerdos o locos; la creación calma esa ansia de expresión, de comunicación, de exposición del alma, es adictiva, apasionante, dolorosa, privilegiada, vital y mortal. El soporte, la causa, el fin y el objeto en el fondo da lo mismo. Crear es como respirar, no se puede dejar de hacer so pena de morir de la peor de las muertes: la indiferencia.
Wölfli lo sabía.
Gracias por traerlo.
Adolf Wölfli, una infancia terrible que lo llevaría a cometer los mismos abusos de los que fue víctima, cosa muy frecuente en el terreno pquíatrico.
Pero encontró la forma de liberar sus demonios, a través de la creación... no solo de pinturas, sino de música y relatos, por lo que nos cuentas.
Su mente no dejaba un espacio, es como si inconcientemente hubiera querido matar al Dr. Hyde que vivía en el y la única manera de hacerlo era a través de la creación.
Me ha resultado interesante aquello que comentas que no dejaba un solo espacio en blanco en sus pinturas... quería llenar hasta el más minímo espacio.
Pero que interesantes resultan estos relatos. Gracias por ellos.
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