La taberna del mar: Peregrinación a la isla de Citerea

15 diciembre 2006

Peregrinación a la isla de Citerea


En un rincón olvidado del enorme Museo del Louvre, tras infinitos pasillos a medio iluminar, tras empinadas e interminables escaleras, quizá en el punto más alejado de la transparente pirámide que atrae a los turistas como moscas, bajo un fluorescente que se enciende y se apaga con un zumbido y vigilado por una aburrida guardiana que sestea en un rincón, encontrarás la “Peregrinación a la isla de Citerea” de Watteau, uno de los pocos cuadros que, a estas alturas de mi vida, consiguen ponerme los pelos de punta. Citerea es una isla griega del Jónico, la isla de Afrodita-Venus, la diosa del amor, un lugar de libertinaje según los cánones rococó. Citerea es el paraíso, pero un paraíso efímero (¿no son por eso más bellos los paraísos?).

Mucho se ha hablado sobre el tema del cuadro: ¿las parejas de amantes van o vuelven de la isla?, ¿se trata de una escena galante y festiva o una nostálgica despedida?, ¿sienten emoción o melancolía?. Yo, por mi parte, no tengo la menor duda: el tiempo del amor se ha acabado, la isla frondosa en la que las parejas han dado rienda suelta a sus pasiones, la mortecina luz del atardecer que anuncia la noche inminente: todo me induce a pensar que los peregrinos se marchan, que están listos para embarcar al otro lado, al mundo en el que las pasiones se olvidan o se diluyen como sueños entre luces de atardecer.

No es, desde luego, mi estilo de pintura favorito. Lo que me emociona no es su estética, ni la suavidad ondulada de su composición, ni su pincelada rápida y suelta, casi instintiva, ni sus fascinantes arrepentimientos (a veces dice más un arrepentimiento que una determinación), ni sus colores desvaídos y argénteos. No se trata de eso. Es el aire de fragilidad huidiza, de melancolía brutal, de dejadez y cansancio que emana de esta pintura, quizá reflejo de los propios sentimientos de Watteau, aquejado de tuberculosis y consciente de que su propia Citerea también se estaba acabando, consciente de que, a su vez, también él tenía que embarcar. Lo que me ocurre es que parado ahí, sólo, delante de este cuadro, siento la caricia de un hombre joven tuberculoso, de un hombre nostálgico de una felicidad efímera que probablemente ni siquiera conoció. Siento su aliento débil, su tos, su peso levísimo que se apoya en mi brazo porque no se sostiene. Siento su olor a espliego, naranja y medicinas.

La guardiana negra con aros dorados en las orejas se despierta de su siesta y se levanta. Presiento que viene a decirme que llega la hora de cerrar y estoy demasiado lejos de la salida. Pero muy suave, acerca sus labios a mi cara y, como si exhalara una neblina púrpura, murmura en mi oído: “No te vayas, no embarques nunca, quédate en Citerea”.

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16 Comentarios:

Blogger Da Vinci escribió...

No conozco el cuadro, pero si me reconozco en el sentimiento.
Unas bellas conclusiones o interpretaciones de, vaya usted a saber que quería transmitir el autor, en ello la grandeza del arte, de cualquiera de ellos.
En cada uno de nosotros puede despertar miles de sensaciones diferentes.

12/15/2006 08:35:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Deberías hacer el catálogo comentado de todo el museo.
Cada cuadro, un ramo de sensaciones.

12/15/2006 08:47:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

Pues si tengo que hacer el catálogo comentado de todo el museo tendría que vivir cien vidas para contar las maravillas que hay ahí dentro. Sólo he comentado el cuadro más pequeño, el más escondido, el más olvidado.

12/15/2006 08:52:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Tienes tiempo ya que harás caso a la guardiana negra y no abandonarás Citerea. Pero que preciosa descripción de una pintura que no te gusta tanto... Avisa cuando sea algo que te guste para estar sentada.

12/15/2006 09:07:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Yo he leido sobre esta "fête galante" lo siguiente: "Watteau conduce la mirada de derecha a izquierda siguiendo una línea que sube y baja como una frase musical. A veces rompe el ritmo, como por ejemplo con el hombre que sostiene el báculo en el centro de la escena. Al igual que Mozart (35 años más joven que Watteau) jugaba con texturas y colores musicales, y le encantaban las modulaciones del fraseo, este cuadro de Watteau es como una melodía mozartiana visual: podemos seguir con la mirada las líneas y curvas de la composición, parándonos en detalles e imbuyéndonos de texturas y colores".

¿Es una pintura, o un poema o un andante? Amor vincit omnia.

12/15/2006 09:10:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

Sí me gusta, solo max, me encanta, pero no debería gustarme de acuerdo a mis prejuicios estéticos, por eso me fascina.

Cada vez me explico peor, jejeje

12/15/2006 09:10:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

¿Amaril ya no tan joven?


¡¡¡¡ FELICIDADES !!!!

12/15/2006 09:12:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

He decidido asesinar al Joven Amaril para que cual Ave Fenix renazca de sus cenizas. Como a Orfeo le he cortado la cabeza y la he arrojado al río Hebro, que será transportada, junto a su lira, hasta Lesbos. Su lira pasará al cielo convirtiéndose en constelación.

12/15/2006 09:25:00 a. m.  
Blogger Ana escribió...

Creo que encontrar algo que te fascina cuando jamás habrías pensado que "eso" habría encajado en tus gustos es una de las mejores sorpresas con la que te puedes topar.
Afortunado tú que lo encontraste por muy escondido que estuviera, yo sin embargo pasé casi un día entero en el Louvre y no lo ví.

12/15/2006 10:08:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

La que se expresa mal soy yo... tenía que haber dicho estilo, no pintura. Y totalmente de acuerdo, como dice Ana, en que precisamente la fascinación con algo que racionalmente está fuera de nuestras predilecciones resulta mucho más subyugante, por eso de que se escapa de la lógica y se impone por puro sentimiento.
Hala, ya me enrrollé.

12/15/2006 10:29:00 a. m.  
Blogger José L. Serrano escribió...

Yo creo que entre las dos habeis dado con la clave ¿por qué nos gustan esas cosas que no deberían gustarnos?

Prejuicios y prejuicios y prejuicios

12/15/2006 10:33:00 a. m.  
Blogger pon escribió...

Si nos ciñéramos a lo que debería gustarnos no estaríamos aquí ahora.

Precioso comentario de un cuadro pequeño perdido en un museo inmenso.
Los tesoros se encuentran en los lugares más insospechados.

12/15/2006 04:55:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

es cierto lo que dice pon, que las cosas que nos fascinan se encuentran en sitios o lugares que no corresponden al canon o perfil de nuestros gustos, por eso cuando lo descubrimos la fascinacion es superior, porque como dice max está por encima de nuestra logica.

precioso Serrano

Pd: el color de tus ojos casi se pierde en mi recuerdo... espero que pronto hagas algo contra eso. TE ECHAMOS DE MENOS!

12/16/2006 10:59:00 p. m.  
Blogger Rosa escribió...

Gersaint, amigo de Watteau; habla de algunos detalles de su carácter:"inquieto e incostante", "resuelto en las apetencias y libre de espíritu", "prudunte de costumbres, impaciente, tímido" y así mismo "discreto y reservado", "bueno pero difícil", y sobretodo "siempre descontento de sí mismo y de los demás".

Con respecto al cuadro; del que poseo una reproducción en un libro de pintura en medianas proporciones que me permite apreciar mejor los detalles; debo hablar de las actitudes de la mujeres ante la invitación del enamorado; que van desde la resistencia a la incertidumbre, de la invitación, al pleno acuerdo al abordaje de la navecilla en forma de lecho, dominado por el vuelo de los amorcillos.. Unos ven la partida hacía la isla y otros el abandono de la misma. Otros el aumento de la tensióm erótica, otros la melancolía que le sigue a ella.
Yo prefiero pensar que marchan a Citeres; al placer ilimitado.

12/16/2006 11:44:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Te puedes pasar toda tu vida peregrinando de un sitio a otro en busca del jardin del eden, buscas algo grande y hermoso, sin darte cuenta que a veces el paraiso lo puedes encontrar en una simple maceta llena de flores.

12/18/2006 09:02:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Gracias Serrano por enseñar a mirar y por la emoción de lo inesperado.
¡Que gran viaje!, el que nos has ofrecido.

12/18/2006 11:22:00 p. m.  

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