Ceras de colores
Con la cantidad de cosas que tengo que hacer y me pongo a sacar punta a las ceras de colores y a ver caer los trocitos triangulares sobre un papel en blanco como si fuera nieve de un mundo paralelo. Los trozos van formando figuras entre ellos, se relacionan extrañamente unos con otros, como si nada fuera casual, como si algo les guiara a buscar el mejor sitio, el mejor contraste, la belleza perfecta. Y yo sigo sacando punta y cojo otro color y vuelvo a ver los trozos que caen en una posición que yo no habría elegido. Nieve triangular de colores. Me quedo como un bobo mirando el papel que estaba destinado al cubo de la basura, esperando que ocurra algo, que los trozos de cera de colores se levanten y empiecen a bailar cogidos de la mano una extraña danza en corro con pasos espasmódicos, que se agarren por las caderas (si es que los trozos recortados de ceras de colores tienen caderas) y formen una cadena y se muevan ondulantes por todo el papel blanco, vertiginosos, esparciendo polvillos de colores por el aire, esperando que se junten en uno, que formen una pelota multicolor que gire y gire y se amalgamen y surja un color blanco de entre todos, una pelota blanca que se funda como nieve y el papel vuelva a parecer blanco, para descubrir, si te acercas lo suficiente, que la blancura del papel la forman miles de partículas diminutas de puro color azul, verde, rojo y amarillo. Un rayo de sol entre las nubes se cuela por la ventana y le da un matiz luminoso al folio en blanco. Hago una foto y escribo esto. Es para ti.
7 Comentarios:
La pelota de colores gira y gira cada vez más alegre, hasta convertirse en la blanca pared de la taberna del mar. Gracias.
Curiosamente, joven Amaril, también pensé en Mompó cuando hice la foto. Pero no en Cuenca.
A veces mi cabeza se convierte en una habitación blanca y mi mente se recrea pensando que estoy en el centro, de pie, con las dos manos juntas y llenas de canicas de cristal con el interior de colores… Levanto las manos y las separo, y una catarata de brillos cae con un fino estruendo contra el suelo… Un tintineo atronador golpea toda la habitación y las canicas inician un loco peregrinaje hacia todos lados, una cascada de golpecitos cristalinos llegan hasta las paredes, y otra vez golpean contra el suelo, y entrechocan, y se elevan, y caen, y el martilleo cada vez es más espaciado, y a la vez más rápido pero más suave, con menos furia… Poco a poco cada canica llega a su sitio, el lugar que debe ocupar en el espacio, un espacio reservado solo para cada una de ellas y ninguna más… Y yo en medio de todo ese cielo blanco, con esas estrellas de colores que en mi cabeza se transforman en puntos brillantes unidos por líneas imaginarias y que forman constelaciones que sólo yo conozco y sabría reconocer…
Y allí me quedo, mirando todo aquel universo que mi mente y mis manos han creado (otros lo llamarían azar, pero yo no)...
(Gracias por volvernos niños por un rato…)
Si las coges entre los dedos se deshacen en partículas y las manos se quedan llenas de lucecitas coloreadas, y si las sacudes, caen despacito, flotando, el aire se tiñe de colores.
Cuando era niño me gustaba machacarlos y hacer un polvo multicolor que tiraba desde el balcón los días que nevaba.
Me gustaba ver las formas que hacía en la nieve.
Besos.
Es sorprendente cómo a veces las cosas más sencillas, si observamos con atención, pueden encerrar matices maravillosos.
Me encanta sacar punta a los plastidecor y mezclar los colores en uno de esos sacapuntas que los almacena en una cajita. Los saco y paso mi mano por encima de las virutas. El dibujo que crean es una gozada.
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