Cincel
Tú eres el cincel que alisa
lo más duro de mi ser.
Martillo alguna vez,
cuando chocamos de golpe,
porque no es todo
tan liso como se ve,
y hay que pulir a menudo
superficies, y tallar
las puntas más afiladas.
También me lastimas, a ratos,
cuando tu impacto es contundente,
cuando pesas demasiado
y das duro en mi entereza.
Pero gracias a ti
he aprendido a ser más suave.
A cada golpe de cincel
deviene mejor mi carácter,
mejor mi vida entera,
porque haces desaparecer
sus más ásperas aristas.
7 Comentarios:
El trabajo del escultor es liberar la forma que ya se encuentra dentro de la piedra.
Sus figuras sin terminar parecen estar luchando por liberarse a sí mismas de la piedra.
El cincel, donde menos te lo esperas, quizás.
No sé qué cincel, de que material exacto hecho, con qué manos trabajado empezó hace unos meses a golpear y a pulir mis muy, muy asperas aristas. Hoy, de relieve suave, la lluvia se desliza por ellas.
Envidia de piedra que tiene cincel.
Esta se va a quedar informe i agreste por toda la eternidad.
Cada cual tiene su destino.
Esta roca seguirá sola deseando un cincel y una mano que con él le de forma.
Seguirá siendo el sino de esta extraña y tonta roca.
Gracias por escribir.
Abrazos.
¿Alguna vez has cincelado, poeta?.
Has tomado el cincel de punta plana, y lo has empuñado entre los dedos, cogiendo con firmeza el extremo con el pulgar y el índice. Has sujetado el martillo maceta por su mango, por su extremo regruesado de madera de boj, y balanceándolo has golpeado la cabeza del cincel, ¡clin! ¡clin! ¡clinc!, y moviéndolo con cuidado y firmeza has ido repasando la línea en la plata, viendo cómo le vas dando forma, cómo entre tus manos se convierte en una imagen definida, mientras la maceta y el cincel prosiguen con la canción que les marcas. Has dado vuelta a la plata, y has visto cómo el dibujo que, en negativo, has fabricado, surge en un relieve lleno de vida, que brilla y te sonríe, y todo ello al ritmo incesante de los metales que repican. Has visto cómo el metal responde a tus caricias y cobra vida bajo tus dedos, bajo tus ojos, se dibuja, se crece y se entrega. ¿Lo has visto, poeta, alguna vez has cincelado la plata con tus manos?.
Nunca probé a hacerlo, Pon, y si lo hubiera hecho, no me habría salido igual de bien que a ti. Hacen falta manos de artista para ello, como las tuyas.
Con permiso, ¡Madre mía!, quien fuera plata.
Transformáis mis formas con vuestras palabras, los cinceles que utilizáis llevan moldeado suaves curvas hace ya cerca de seis meses. Seguid esculpiendo.
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