Mendigo asombrado
Olor a sudor en la chaqueta de lana,
los pantalones y calcetines
secados al fuego bajo
de la chabola junto al tren,
barba de varios días,
greñas despeinadas
y bolas de colores
para hacer malabarismos
delante del supermercado
mientras pide unas monedas,
y delante de sus ojos
clientes nerviosos que pasan
con toneladas de alubias
que jamás cocinarán.
Guarda los trastos, hambriento,
y con el dinero recogido pretende, iluso,
comprar lo que ya no queda.
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6 Comentarios:
Nadie se puede salvar
a cualquiera le puede tocar.
pues sí... y es que podríamos ser cualquiera. Eso es algo que he pensado muchas veces y se me encoge el corazón.
destino maldito...
tremendo
Joder qué alegría.
Ya te digo!!
Con lo que nos está lloviendo encima.
Así de exagerados son muchos..
Creo que por Madrid ya han empezado a salir unos rayos de sol.
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