La taberna del mar: Rocas de Piran

14 julio 2006

Rocas de Piran


Como sacada de una imagen mitológica griega es la escena que se puede ver en las rocas de Piran. Allí, los hombres oscurecen sus cuerpos al sol, desnudos. Entre hierbas de formas imposibles, acompañados de lagartijas, un grupo de hombres se reúne por las tardes en la costa de Piran.

En el regazo marino, estimulados por el calor del sol, resguardados por las sombras eventuales de nubes solitarias, esbeltos chicos y hombres macizos acostumbran a estar cada tarde en ese lugar.

Quietos, tumbados o sentados, leyendo, escribiendo o mirando el paisaje, reposan sus cuerpos relajados, disfrutando del paso del tiempo, gozando de la vida tranquila. De vez en cuando, se refrescan en pozas de agua marina, o comen una manzana, vagueando.

Tumbados boca abajo en las toallas, quemando sus hermosos cuerpos o pintando de color dorado sus blancas nalgas. En las toallas boca arriba, enfrentando al cielo sus pechos velludos y firmes, con los pequeños penes humildemente caídos sobre grandes bolas, entre el imperio de muslos poderosos.

Una polla baila en el aire, con ganas de gozar, se pone tiesa, en pie hacia el firmamento. Quiere algo. Tiene ganas inmensas de sentir placer, de ser meneada, de visitar un agujero, una mano. Su dueño se levanta. Por allí cerca, algún otro hace lo mismo.

Los hombres, por tanto, de vez en cuando se incorporan y recorren el terreno pedregoso, se acercan a otras rocas, bajan al mar, pisan la hierba. Por allí pasean pidiendo gozar, ofreciendo gozo, bailando el juego secreto entre los machos.

A veces, dos cuerpos desaparecen en alguna cavidad formada entre las rocas, y ambos cuerpos se juntan. Los sexos de esos dos hombres, dirigidos el uno hacia el otro, se unen. Las dos bocas se ofrecen besos mutuamente, y después, las lenguas lamen las pieles sudadas.

Tienen sus vergas dirigidas a lo alto, firmes, buscando guerra. Los brazos abrazan lo que pueden, las manos tocan y palpan todo lo que alcanzan, hasta que van hacia la zona del sexo, a menear las pollas, con ganas.

En ese mismo momento, la vida bien que merece ser vivida, aunque sólo sea un momento, porque en ese instante estallan impetuosamente todas las fuerzas internas. En ese mismo momento, las rocas se deshacen, el mar se seca, el sol se apaga. Un instante, para saciar dos cuerpos, en los acantilados de Piran, al calor de la tarde, como sacado de una imagen griega.

6 Comentarios:

Blogger pon escribió...

"El juego secreto entre los machos".
Gracias por estos momentos entre las rocas, cronista.
Besos.

7/14/2006 10:46:00 a. m.  
Blogger un-angel escribió...

Sol, naturaleza y pasión, que más se puede pedir. ..quizás que no nos levantes la temperatura corporal con estos calores veraniegos, jaja.
Un abrazo.

7/14/2006 01:53:00 p. m.  
Blogger M escribió...

Tan pocas playas así de citables, merecedoras de nuestros Armagedones cotidianos...

Manuel Antonio, en Costa Rica:
selva
sudor
sal marina
arena
mangle
vergas tiesas
ojos aviesos y traviesos

Y dichosos nos entregamos a la batalla

7/15/2006 05:14:00 a. m.  
Blogger Ana desde el Sur del Mundo escribió...

Fuerzas de la naturaleza... nada más y nada menos. Sencillamente eso.

Apasionante... como la vida misma.

Gracias por el calor, para el Sur del Mundo.

7/15/2006 07:05:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Vele, de verdad entre la marisa y tu me vais a poner mala, que calor no?

que recuerdos cuando el deseo estallaba en cualquier lado y daba igual quien mirara o donde estuvieramos.

Precioso lo que has escrito Joven Amaril.

7/15/2006 01:21:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Poco puede añadirse a palabras tan bellas.
Sólo que aún queda tanto por lo que luchar.
Un beso, amigo.
Gracias por escritos como ese.

7/16/2006 11:37:00 a. m.  

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