La taberna del mar: Las flores que nos echáis

08 enero 2007

Las flores que nos echáis

Se acabó el plazo para opinar, y estos han sido los resultados:

Lo mejor de Serrano (43 votos emitidos):
· Los perros de Pushkar (18)
· Otra vez veinte años (17)
· Para cuando no estás (8)
· Algo profundo (4)
· Desencuentros (3)
· Se ruega tirar después de usar (1)
· El chico de la puerta del Pizza Hut de Connaught Place en Nueva Delhi (1)
· La noche que el Leteo me ofreciste (1)

Lo mejor de Zendoia (28 votos emitidos):
· No lo he conseguido (14)
· Ventanas sin cortina (8)
· Conjunción de astros (6)
· Viaje a la palabra (5)
· Nuestros fantasmas (3)
· En este vergel (1)
· Contenido (1)

He aquí, pues, los mejores textos del año 2.006, según el criterio de la selecta clientela de esta taberna. Se nos ocurren nuevas ideas: una selección de los mejores comentarios que habéis dejado, pues entre las flores que nos echáis hay algunas preciosas, un repaso a las fotografías... pero eso, en todo caso, queda para otra ocasión (o para el que quiera seguir buceando en las aguas de La Taberna del Mar).


No lo he conseguido

Ayer me propuse no pensar más en ti. No pensar tanto en ti, al menos. No lo he conseguido.

En mis ratos de insomnio voy ideando estos párrafos que te escribo. Muchos de ellos no están escritos a bote pronto, sino que son fruto de horas y horas de no poder dormir porque pienso en ti, pienso en qué decirte, busco palabras adecuadas para expresar mis sentimientos sin dañar los tuyos.

No quiero pensar tanto en ti, no porque no te quiera, sino porque quiero quererte más. No puedo pensar tanto en ti, si deseo mantener viva esta llama en mi. Hace tiempo que no sentía esta pasión y no quiero que me arrase, que me hunda, que me supere. Prefiero graduarla, disfrutarla más tiempo. Prefiero no cansarme del amor, no agotarme en un esfuerzo súbito. Prefiero ir sintiendo este gozo y este dolor con sosiego, con paciencia, con tranquilidad.

No quiero pensar tanto en ti, no porque no te quiera, sino porque quiero quererte más. No quiero que de tanto quererte dejes de quererme tú a mi. No quiero aburrirte. No quiero abusar de tu cariño, compañero. No podría soportar tu cansancio, no quisiera darme cuenta demasiado tarde de que tenía que haber frenado mi ímpetu.

No quiero que esta hermosa temporada termine, y menos aún, con un lánguido final. Esta llama ha de extinguirse porque el paso del tiempo es irremediable, no hay nada que dure una eternidad. Pero no quiero que esta llama sea un fogonazo que deslumbra, lo arrasa todo y se apaga con la misma violencia con la que prendió, quiero que permanezca hasta agotar, poco a poco, todo el combustible que la vida nos ha dado.

Por todo ello, ayer me propuse no pensar más en ti. No pensar tanto en ti, al menos.No lo he conseguido.

Jose M. Zendoia

Los perros de Pushkar

Pushkar es una pequeña ciudad perdida del desierto del Rajastán famosa por su lago sagrado y la feria de camellos que se celebra en otoño. Sus casas de colores se derraman alrededor del lago verde y espeso, al que se accede por unas escalinatas (los ghats).

Mi primera tarde en Pushkar fue una pequeña decepción: vi lo mismo que había visto ya en Fátima o Lourdes, demasiado negocio y poco espíritu. Sin embargo, a la mañana siguiente, me desperté hacia las cinco con el ruido de los tambores y campanas de los peregrinos que se acercaban a bañarse al lago al amanecer (en julio amanece hacia las cinco de la mañana en La India). Cogí mis chanclas y salí a dar un paseo. Tuve que pasar por encima del chico de la recepción del hotel, que dormitaba en un camastro interrumpiendo el paso hacia la puerta.

- “Walking?”, me preguntó sonriendo.

- “Yes”, respondí en inglés perfecto, como si hubiese nacido en el mismísimo Soho londinense.

Salí a la calle todavía oscura y un perro flaco que también dormitaba entre la basura comenzó a menear el rabo y se acercó a olisquearme. Me dan pánico los perros así que hice con la boca ese sonido que aprendí de pequeño para espantarlos, pero le debió gustar y comenzó a hacerme alegrías y a saltar a mi alrededor. Me acerqué hacia las escaleras y me descalcé (es signo de respeto caminar descalzo cuando se está a menos de 20 metros de lago, más o menos). El lago es muy pequeño y desde mi sitio podía ver de dónde provenía la algarabía de tambores y campanas: justo enfrente, en el ghat principal, un movimiento de saris y ropas anaranjadas anunciaba el próximo baño ritual. No soy experto en hinduismo pero el ritual del baño consiste fundamentalmente en bañarse. A la salida del sol, los dioses bajan al Ganges o al lago sagrado de Pushkar, por lo que meterse en el agua a esa hora conlleva la proximidad a ellos y la posibilidad de obtener su bendición. Justo en ese momento, una vaca enorme decidió sentarse en el sitio en el que yo había dejado mis chanclas, y no tuve el valor de molestarla, y menos tan cerca del lago sagrado, así que comencé a caminar descalzo junto a la orilla para acercarme a la zona de los rituales. A mi perro se le habían unido dos más, que saltaban encantados y comenzaban a mordisquearme los tobillos. Yo continuaba chasqueando la lengua, lo que parecía hechizarles, así que, para la hora en que llegué al ghat principal, llevaba a mi alrededor una docena de perros flacos que movían el rabo y saltaban y jugueteaban entre ellos. La visión de un turista blanco con una camiseta de Brasil, calvo y con gafas, descalzo y rodeado de perros causó una conmoción en el ghat: todo se detuvo, todas las miradas se concentraron en mí. Entonces se me acercó una señora mayor con un sari amarillo y rosa, me inspeccionó detenidamente y, señalándome los pies, comenzó a reír y a tocar las palmas: se había dado cuenta de que tengo dos dedos de los pies pegados, lo que pareció haber interpretado como un signo de buena suerte. Hizo que me sentara, rodeado de mis perros, y comenzaron a acercarse algunos de los bañistas, que no solo contemplaban mis pies sino que los tocaban y mojaban de agua sagrada. Me pintaron un círculo rojo en la frente.

Vi cosas bellísimas aquel día: una mujer embarazada con un sari mojado medio transparente derramaba agua verde sobre su barriga mientras entonaba algo parecido a “ram ram ram”, una anciana inválida recibía desde lo alto de la escalinata el agua del río que sus hijos y nietos le traían arrodillándose ante ella y mojándole con sus labios los pies, la barriga o la cabeza, dos ancianos se ayudaban a bajar los escalones hacia el agua pastosa, se frotaban de jabón mutuamente, se lavaban los dientes, se secaban el pelo apoyándose el uno en el otro...

Cuando el sol ya estaba alto y amarillo en el horizonte decidí volver. La vaca parecía que había decidido marcharse y mis chanclas ya eran libres al fin. Los perros se levantaron tras de mí y me acompañaron hasta la puerta del hotel.

El somnoliento conserje contempló con estupor cómo volvía de mi excursión: con un cortejo de veinte perros, al que se habían unido dos muchachos que tocaban música con una especie de violín, con mi círculo rojo en la frente, la camiseta de Brasil y las chanclas en la mano, el día en que los perros de Pushkar me convirtieron en un dios.

José L. Serrano

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8 Comentarios:

Blogger José L. Serrano escribió...

aunque los textos de hoy son a medias, las preciosas fotos de hoy son todas del amigo Zendoia, que ya me explicará donde las ha hecho

1/08/2007 07:55:00 a. m.  
Blogger Jose M. Zendoia escribió...

Las flores me las encontré tiradas en la puerta de la taberna, las borrachas las dejaron allí cuando se bebieron los jarrones.

1/08/2007 11:53:00 a. m.  
Blogger pon escribió...

Es que poneis un agua a las flores que para no bebérsela.....
Desde luego os poneis a elucubrar y sois diabólicos, salimos a cuatro patas todos los dias y encima escoger.....

1/08/2007 01:07:00 p. m.  
Blogger Homo-Sapiensis escribió...

bailando una sardana de seises y nueves, puede hacerse un casteller de tres..pero de tres en tres se puede gozar de placer!!!..jaaaaaaaa!!!. Un abrazote tabernerooossssssss

1/08/2007 09:40:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Me gusta regalar flores a los amigos en los momentos especiales.
Hoy he preparado un simple ramo yo misma para entregároslo. Simple y natural, la belleza la poneis vosotros.

1/09/2007 01:35:00 a. m.  
Blogger Rosa escribió...

Yo no vote directamente en su Blog, lo hice a través del mío, y cuanto me alegra el haber coincidido con el resto de los montañeses.

Que este año nos sigan regalando sus versos y su prosa ambos hermosos

1/09/2007 02:00:00 a. m.  
Blogger Ana escribió...

Si es que hasta el agua de los jarrones está buena en vuestra taberna...

1/09/2007 09:25:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Nunca había oído hablar de ese lago... ni del mito, creo de los gemelos... me gustó que el premio de la muerte... pero a por este tengo que volver un día... un saludo :)

bss

1/28/2007 02:37:00 a. m.  

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