Una historia de fantasmas
Mi compañero de taberna me pidió explicaciones sobre el texto del otro día “Bajo los meteoros exquisitos”. Se las di y le gustaron, y me pidió que las hiciera públicas. El caso es que esta vez no acertasteis: el texto era una historia de la mili y no de ligues al aire libre. Como sé que esas historias aburren profundamente a los que no lo han hecho (me refiero al servicio militar, no a ligar en un bosque), la disfracé convenientemente y fue lógicamente malinterpretada. Así que allá va la explicación:
El chico que me hablaba en “Bajo los meteoros exquisitos”, era un guapo soldado, más joven que yo, al que no volví a ver. A veces creo que era un fantasma, algún pobre desgraciado que se pegó un tiro estando de guardia y que acudía a ayudar a los chicos solitarios que subíamos al monte de noche (el cuartel estaba en un cerro de pinares, junto al mar). Yo subía allí con mi libreta y mis bolis y me sentaba debajo de un árbol a escribir mis historias, bajo la luz de la luna o de alguna farola de sodio si es que no había luna. Y una de aquellas noches, bajo las estrellas fugaces y los aviones con sus luces parpadeantes que aterrizaban cerca, fue cuando vi la luz de su cigarro y el brillo de sus ojos en la cara ensombrecida por la visera.
Realmente, lo que el fantasma me dijo fue: “No tengas prisa por volver a la vida real, el día que te vayas de aquí llorarás, como lloran todos, como lloran los presos el día que salen de la cárcel. Y no llorarás por alegría, sino por que volverás a tener tu vida en las manos y no sabrás qué hacer con ella.”
Ciertamente, la última vez que grité aquello de “¡presente!”, y comencé a marchar con el petate al hombro, dejando atrás la bandera que ondeaba en la playa bajo un sol implacable, entre los treinta muchachos sólo se oían sollozos. Y yo no hice otra cosa. Y mientras lloraba, pensaba “si no sería mejor al fin y al cabo que nos quedáramos aquí eternamente, oliendo a sal, a pino y a cigarro, bajo los meteoros exquisitos”.
El chico que me hablaba en “Bajo los meteoros exquisitos”, era un guapo soldado, más joven que yo, al que no volví a ver. A veces creo que era un fantasma, algún pobre desgraciado que se pegó un tiro estando de guardia y que acudía a ayudar a los chicos solitarios que subíamos al monte de noche (el cuartel estaba en un cerro de pinares, junto al mar). Yo subía allí con mi libreta y mis bolis y me sentaba debajo de un árbol a escribir mis historias, bajo la luz de la luna o de alguna farola de sodio si es que no había luna. Y una de aquellas noches, bajo las estrellas fugaces y los aviones con sus luces parpadeantes que aterrizaban cerca, fue cuando vi la luz de su cigarro y el brillo de sus ojos en la cara ensombrecida por la visera.
Realmente, lo que el fantasma me dijo fue: “No tengas prisa por volver a la vida real, el día que te vayas de aquí llorarás, como lloran todos, como lloran los presos el día que salen de la cárcel. Y no llorarás por alegría, sino por que volverás a tener tu vida en las manos y no sabrás qué hacer con ella.”
Ciertamente, la última vez que grité aquello de “¡presente!”, y comencé a marchar con el petate al hombro, dejando atrás la bandera que ondeaba en la playa bajo un sol implacable, entre los treinta muchachos sólo se oían sollozos. Y yo no hice otra cosa. Y mientras lloraba, pensaba “si no sería mejor al fin y al cabo que nos quedáramos aquí eternamente, oliendo a sal, a pino y a cigarro, bajo los meteoros exquisitos”.
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7 Comentarios:
Siempre hay que regresar a la vida real, tenerla en las manos y hacer con ella lo mejor que sepamos.
Y así, a menudo podremos ir a donde se huele a sal, a pinos y a cigarros.
Ya sé porqué te subiste a Brokeback.
Sigues teniendo tus libretas y tus bolis, has subido a otras montañas a escribir otras historias, has construido un hermoso castillo de arena en la playa de tu vida y asomado a sus almenas has llorado, olido a sal y seguro que te has reído de aquel fantasma por haber manejado tu vida mejor que él.
Aquella playa con la bandera no era tu playa, por muchos meteoros exquisitos que tuviese.
!Ah bueno!
El soldado de las letras...
Jajajaja...muy bueno Pon.
Yo no tengo esas experiencias: opté por no hacer la mili.
Y cuidar a drogatas en Proyecto Hombre durante 13 largos meses no me dió precisamente momentos poéticos ni tiempo para escribir.
De todas formas me pareció un post muy duro.
Abrazos.
nunca pensé que la mili podría evocar recuerdos como éste. hasta dan ganas de haber ido.
jo, ya no recordaba a Aloysius. Sebastian, qué personaje! apenas había descubierto mi sexualidad y ya me fascinaba el personaje y su amistad con Charles.
David y Keith, de A2 metros bajo tierra, tb me atraparon. espero que los disfrutes como yo.
un abrazo.
Pero la vida real a veces es tan dificil... al fin y al cabo hay que elgir como querer ir viviendo y eso no es tan facil.
Que bueno PON!!!
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