Un juego
Se lo tomaban como un juego, aunque era peligroso. Uno de ellos subía a la montaña para que le persiguiesen los guardias hasta la muga. Mientras tanto, los demás repartían de casa en casa el botín conseguido de estraperlo.
Había que andar con mucho cuidado. El que iba al monte tenía que conocer perfectamente el terreno para poder huir en caso necesario. No sólo eso, tenía que dejar pistas falsas para guiar a los picoletos, sin que se le acercaran demasiado. Era necesario tener un cómplice al otro lado de la muga, para abandonar aquellos parajes lo antes posible.
De todas formas, había que repartir lo canjeado en el contrabando, y aunque al principio lo hacían para sobrevivir, con el tiempo eran cada vez más los que sacaban beneficio al mercado negro de alimentos y bebidas, y hasta aquellos que no ganaban nada se lo tomaban como un juego, a pesar de ser estos últimos los que más arriesgaban.
El que mejor se lo pasaba era el que iba como anzuelo humano hasta las laderas de Larrarte, el que se agotaba subiendo por la regata de Ildotz, el que escapaba una y otra vez por los bosques de Untzila. Siempre había alguien dispuesto a hacerlo: los que disfrutaban con el cálido aliento de los perros perseguidores, los que llevaban toda la vida huyendo de los amigos, de las responsabilidades, huyendo de sí mismos, y ahora, jugando a huir de verdad delante de los fusiles. Pero todo aquello no era más que un juego, ellos eran los cebos, ellos los que sabían engañar a los demás. Y al pasar al otro lado, habiendo dejado atrás a los guardias y encontrado refugio, ellos eran los que se sentían verdaderamente satisfechos, los que decían todo ha salido bien, y se iban a dormir.
3 Comentarios:
espero que esto sea el prologo de una novela
Más allá de la persecución, rodar por los paisajes euskales no tiene que tener precio... No conozco Esukadi, pero creo que estoy secretamente enamorado de ella....
Bss!
Yo también lo espero.
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