Oporto
Cuestas de Oporto
que terminan junto al río Douro,
largas bandas curvas adoquinadas.
Es lo que me queda en el recuerdo
con más claridad que el puente metálico,
con más fuerza que el restaurante Antunes
de la calle Bomjardin,
con más intensidad que el vinho branco
o que el pescado recogido por alguna barca
de una playa cercana
y servido después con patatas.
Cuestas que se bajan fácil
y que luego hay que subir.
Cuestas repletas de tiendas, almacenes,
locales medio vacíos o llenos a rebosar,
humedad,
gotas que caen
desde el borde del paraguas
o desde los aleros de madera podrida,
fachadas decoradas con loza descolorida.
El mercado de Bolhao,
reminiscencia de un mundo desaparecido.
Avenida dos Aliados arriba,
o desde la estación hacia abajo
–ahí, sí, ahí, ambiente popular–,
poca luz en las calles,
escaparates congelados hace décadas.
Andar como si buscáramos algo
cuando no íbamos en busca de nada.
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4 Comentarios:
¡qué bien!
¡otra vez de viaje!
yo recuerdo niebla en agosto y una indescriptible sensación de digna decadencia
¿Todo eso además del vino?...
Pues, habrá que ir.
Maravilloso Oporto. Yo recuerdo ir en barco por el río, mientras nos contaban leyendas sobre los puentes con un frio endemoniado. Recuerdo la Torre dos Clérigos, y mi miedo a las alturas. Y los parques, esos maravillosos y enormes parques...
Recuerdo charlar con una señora que vendía castañas en la calle y nos preguntó de donde éramos por nuestra forma de hablar, tan parecida pero diferente de la suya. Al decirle que éramos gallegas, nos sonrió con esa familiaridad de saber que, despues de todo, formábamos parte de una misma comunidad.
Recuerdo sentirme como en casa, en medio de una belleza familiar, y a la vez sorprendente.
Felicidades por tu blog, es realmente bello. Y gracias por traerme esos recuerdos casi enterrados.
Una preciosa poesía para hacernos llegar Oporto a todas las personas que todavía no lo hemos visitado. Enhorabuena. Un saludo!!
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