Triángulo
El señor Von Thunen ha entrado en su automóvil, con el cigarro encendido. Ha puesto el motor en marcha y se dirige hacia abajo por la primera calle que encuentra.
Marco todavía está en el bar, recogiendo las últimas cosas, con la chaqueta puesta. Coge los ingredientes de la cena para llevarlos en una bolsa.
Ludovic está en casa. No ha salido en todo el día porque tiene dolor de cabeza, provocado por la alergia de primavera, lo más seguro. Pone música clásica para aliviar el dolor.
El señor Von Thunen viene enfadado en el coche. Tenían que haberle hecho un trabajo hoy, y el tipo no ha aparecido, desgraciado. Intentará apaciguar el enfado con cualquiera de sus amantes, cubriéndole de grasa el cuerpo.
Marco recibe una llamada, una voz le grita desde el otro lado del teléfono. El dueño de aquellas groseras palabras le pide que deje todo lo que esté haciendo y le recuerda quién es el que manda, exigiéndole que le espere.
Ludovic está pensativo, y le vienen a la cabeza las cosas que hoy ha dejado de hacer. Aquel encargo que le pidieron, los papeles que tenía que preparar, las flores que le quería comprar a su amor. Esta última falta es la única que le produce amargura.
Se le ha apagado el cigarro al hombre que viene en coche, hoy se le ha menguado su negro patrimonio, se le paralizado el negro negocio, se le ha envenenado aún más su alma negra. El otro, el que lleva la cena en una bolsa, no sabe qué hacer, a quién hacer caso, a su patrón o a su corazón. El hombre con dolor de cabeza, por su lado, sale a la ventana a respirar un poco de aire.
Lo ve todo desde la ventana: aquel hombretón que cruza la cuesta, su amor, sale por los aires golpeado por un coche que baja a toda velocidad. La cena que su compañero del alma traía en una bolsa, se esparce sobre el asfalto. No hay rosas en casa.
Los guardias colocan un triángulo rojo en la cuesta.
El señor Von Thunen pide fuego.
Marco todavía está en el bar, recogiendo las últimas cosas, con la chaqueta puesta. Coge los ingredientes de la cena para llevarlos en una bolsa.
Ludovic está en casa. No ha salido en todo el día porque tiene dolor de cabeza, provocado por la alergia de primavera, lo más seguro. Pone música clásica para aliviar el dolor.
El señor Von Thunen viene enfadado en el coche. Tenían que haberle hecho un trabajo hoy, y el tipo no ha aparecido, desgraciado. Intentará apaciguar el enfado con cualquiera de sus amantes, cubriéndole de grasa el cuerpo.
Marco recibe una llamada, una voz le grita desde el otro lado del teléfono. El dueño de aquellas groseras palabras le pide que deje todo lo que esté haciendo y le recuerda quién es el que manda, exigiéndole que le espere.
Ludovic está pensativo, y le vienen a la cabeza las cosas que hoy ha dejado de hacer. Aquel encargo que le pidieron, los papeles que tenía que preparar, las flores que le quería comprar a su amor. Esta última falta es la única que le produce amargura.
Se le ha apagado el cigarro al hombre que viene en coche, hoy se le ha menguado su negro patrimonio, se le paralizado el negro negocio, se le ha envenenado aún más su alma negra. El otro, el que lleva la cena en una bolsa, no sabe qué hacer, a quién hacer caso, a su patrón o a su corazón. El hombre con dolor de cabeza, por su lado, sale a la ventana a respirar un poco de aire.
Lo ve todo desde la ventana: aquel hombretón que cruza la cuesta, su amor, sale por los aires golpeado por un coche que baja a toda velocidad. La cena que su compañero del alma traía en una bolsa, se esparce sobre el asfalto. No hay rosas en casa.
Los guardias colocan un triángulo rojo en la cuesta.
El señor Von Thunen pide fuego.
7 Comentarios:
Bello y duro.
Real.
Gracias de nuevo.
Algún día quiero saber escribir así.
Gracias por existir, amigos.
Un abrazo fuerte. Lobogrino.
La vida, Zendoia, la vida....
Cruce de caminos, un vértice difícil. ¿Hacemos algo?
...Crash?
...si hubiese rosas en la casa el mundo se me habría deshecho en lágrimas pensando en lo que debían representar y en lo poco que ya significaban.
No se porqué, pero lo prefiero sin rosas en la casa.
Gracias.
Zendoia, mi hombre del cigarro pasará al olvido el miércoles. Ya no tendré que soportar sus groseras palabras. Espero que todo siga en la mesa cuando vuelva a cenar.
Pues a ver si tienes suerte, Ana, y de paso te encuentras una rosa junto a la cena.
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