Atenas, la nuestra
La autopista que lleva del aeropuerto a la ciudad es muy nueva, como en todas las recientes sedes olímpicas. Según nos acercamos al centro, las delegaciones de las multinacionales de todos los sectores económicos, son también modernos edificios. Cuando comienzan los semáforos, sin embargo, empezamos a apreciar cierto caos: demasiados coches (es noche de sábado) tocando la bocina, demasiado rápidos de un lado a otro. El tráfico no es muy ordenado. La autopista nos lleva a anchas avenidas, y de éstas pasamos a calles más estrechas, y el taxista (ay, los taxistas, a menudo tan reaccionarios) nos cuenta que hay demasiados foráneos, que los inmigrantes están estropeando la ciudad, ¡mirad, esos de ahí son albaneses!, nos dice con desprecio. Que él es de Atenas, de toda la vida, como su padre y sus abuelos (no cita a la madre ni a las abuelas), y que no le gusta que haya tanto inmigrante porque crean problemas. ¡Cuidado!, nos dice también, en esta plaza se mueve droga, aquí os robarán todo lo que llevéis encima. Nuestro hostal está en el centro de la ciudad, pero el taxista tiene que mirar la dirección en el plano, pues queda dentro de una malla de estrechas callejuelas. Parece que le apena llevarnos allí porque el lugar está al margen de la elegancia urbana, escondido entre prostíbulos semiderruidos y aceras destartaladas.
Y a nosotros nos gusta estar junto a un bar turco, y espiar los extraños movimientos que en él se producen, y la primera cosa que hacemos tras dejar las mochilas, a la una y media de la madrugada, es ir a la plaza Omonia, sí, a ésa en la que tanta droga hay, y no nos ocurre nada, nadie nos hace ni caso. Al día siguiente, junto a nuestra casa se reúnen multitud de mujeres, muchas de negro, no sabemos para qué, y vemos a varios hombres, de uno en uno o de dos en dos, subir las escaleras de una casa de putas, y en una taberna a la que entramos a tomar una cerveza, el camarero está bebido, mientras cada uno de sus colegas menea incesantemente una especie de rosario con los dedos de la mano.
Nuestra pensión no es muy elegante aunque se llama Apollonio, pero hemos descansado bien en ella. Toda Atenas no es igual aunque sea demasiado ruidosa, pero hemos estado a gusto en este barrio perdido en el centro de la ciudad.
7 Comentarios:
¡que tiemble la plaza, que llega el Zendo y su colega!
qué bien, por favor, quiero saber más.
(por cierto, lo de los taxistas ¿por qué son así? ¿en todo el mundo oían a Encarna?)
¿espiar los extraños movimientos que se producen en un bar turco?
es mi entretenimiento de todas las tardes
Uy qué Atenas trae el Zendo más interesante...
Zendoia, no sé quien habla más si tus palabras o tus fotografías.
Y solo acabamos de llegar, sigue contando viajero.
La calle Pandrossou
Bienamadas imágenes de Atenas.
En el barrio de Plaka,
junto a Monastiraki,
una calle vulgar con muchas tiendas.
Si alguno que me quiere
alguna vez va a Grecia
y pasa por allí, sobre todo en verano,
que me encomiende a ella.
Era un lunes de agosto
después de un año atroz, recién llegado.
Me acuerdo que de pronto amé la vida,
porque la calle olía
a cocina y a cuero de zapatos.
Jaime Gil de Biedma
Genial descripción.
Me ha encantado.
Que gusto pasear por una Atenas no imaginada.
Sí los taxistas son así...y peores.
Besos.
Son las casas destartaladas en callejuelas olvidadas y los traficantes que te ignoran de noche en la plaza Omonia los que le dan a Atenas un sabor especial, que la convierten en mi ciudad favorita. No todo son columnas y templos...
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