La taberna del mar: septiembre 2011

28 septiembre 2011

Agua-luz doblada


El agua, transparente y templada.
Al zambullir la cabeza
y mirar a los lados
los rayos del sol
se divisan temblorosos,
su recorrido se dobla
hasta que tocan suavemente
el fondo arenoso del mar.
El agua dobla también
la mirada sorprendida,
transparente y templada,
que se pierde
en la lejana oscuridad
con su último rizo
enlazado a los rayos de sal.
Solo se puede mirar
a los rayos rizados
bajo las olas continuas,
esperando que de allí surja
tal vez doblada sobre sí misma
la admirable recompensa,
transparente y templada,
a esta tarde luminosa.

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13 septiembre 2011

Esto no es una poesía, es un bote de mayonesa

(Este poema fue leído por su autor en el Mercado de San Antón de Madrid en el mes de junio de 2011, como parte de las actividades organizadas bajo la denominación "Chueca pensante")

Yo venía a leer mis poesías
pero tenía que comprar algunas cosas
y he pasado por el Lidl de la calle Delicias
y hacía mucho fresquito porque estaba el aire acondicionado a tope
y no había casi nadie
y los pasillos brillaban lustrosos bajo los fluorescentes
y había un chico ruso, o búlgaro o rumano
que arrastraba el carrito por los pasillos brillantes y helados
y se oía un zumbido, del aire acondicionado
y llevaba una camiseta de rayas, estrechita
con un cuello de pico de esos raros llenos de cuerdecitas blancas
de esos que les gustan a ellos
y una espalda triangular
y un cinturón barato
y unos zapatos marrones claritos muy feos con borlas
de color café con leche
y arrastraba el carrito
y llevaba un bigotillo rubiejo
y el pelito rizado, despeinado

Y se ha detenido delante de una estantería
donde estaban los botes de mayonesa
y se ha puesto a leer delicadamente
las etiquetas
con sumo cuidado
como lee un niño su primer cuento
acariciando los tarros con sus uñas mordidas
y sus manos grandes y morenas.
Y acariciaba los botes con la delicadeza con
la que se acaricia una virgen de Fátima
o un icono ruso o búlgaro o rumano.
Y se ha parado el tiempo
congelado también
como las croquetas del Lidl
y por un momento he pensado
que estábamos a 400.000 km de la Tierra
en una nave espacial
fría e iluminada con fluorescentes.
Y el ruso o búlgaro o rumano leía las etiquetas con la emoción
y el cuidado con los que un niño lee su primer cuento.
Y finalmente ha elegido uno de los botes.
Y luego se ha puesto en marcha de nuevo
(el ruso y el mundo)
arrastrando su carrito por los pasillos brillantes
con su cinturón barato
y sus zapatos de color café con leche
y su camiseta de rayas
y su espalda triangular
y sus uñas mordidas.
Y la cajera gritaba
como solo una cajera del Lidl sabe hacerlo:
¿alguien me va a pagar con diez euros?
¿alguien me va a pagar con veinte euros?
Y el ruso, o rumano o búlgaro
ha dicho: yo
ha dicho yo, con voz potente
como solo un ruso o búlgaro o rumano sabe hacerlo
sobre todo si lleva una camiseta estrecha de rayas
de esas que les gustan a ellos, con cuerdecitas blancas
y un cinturón barato
y unos zapatos de color café con leche
pero resulta que le faltaban unos céntimos
y ha tenido que dejar el bote de mayonesa
allí, en la caja.
Y ha salido a la calle con su espalda triangular
y su cinturón barato.
Sin carrito ya, claro.

Y entonces yo venía a leer mis poesías
pero he decidido que era mejor traer
el aire acondicionado del Lidl o su zumbido
o ese momento detenido a 400.000 km de la Tierra
o las croquetas congeladas,
como mi corazón que se quedó allí
congelado también,
o los pasillos lustrosos
o el carrito
o al mismísimo ruso o búlgaro o rumano
pero me ha parecido mucho más poético
traer este bote de mayonesa.

Así que esto no es una poesía,
es un bote de mayonesa.

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