La taberna del mar: abril 2007

30 abril 2007

Rojo


¿Puede el poeta recitar ¡qué alegría tan grande!, jugando con sus aflicciones interiores, mientras en las esquinas de los callejones los inmigrantes llegados de tierras remotas nos muestran su desdicha?

¿Tal vez los trabajadores desterrados a escoria humana no tienen derecho a vivir dignamente en su tierra, como cualquiera, o cada uno donde prefiera y como mejor le parezca?

¿Es verdad que el mundo va a cambiar de base para que nadie tenga que regalar su esfuerzo a nadie, en ningún lugar?

Preguntas de esperanza conocida, respuestas de difícil solución.

Etiquetas: ,

27 abril 2007

Soledad siempre sola

Soledad vive sola, en un apartamento en tercera línea de playa, en una de esas ciudades levantinas llenas de jubilados en invierno y escandalosos jóvenes en verano. Lleva allí quince años, desde que se prejubiló a los cincuenta y supo que necesitaba irse al mar. A la mar más bien, porque Soledad sabe que la mar es una hembra. Por eso desayuna en la arena, un plátano y una naranja; luego cierra los ojos y, desnuda, antes de que pase la primera pareja de policías urbanos, se sienta en la orilla y deja que la mar acaricie con la espuma blanca su piel, que siempre ha sido tersa y traslúcida.

Soledad siempre ha estado sola, al menos por la noche, porque algunas mujeres han estado con ella en preciosos y frágiles momentos, en contados días de indescriptible pureza: Marta, casada con tres hijos, que estuvo viniendo un fin de semana al año durante tres veranos. Ingrid, o como se llamara aquella escultural noruega a la que nunca entendió (ni siquiera cuando se despidieron en el aeropuerto supo si pretendía que se fuera con ella a Bergen). Sonia, rapada y con pendientes por todo el cuerpo, brutalmente bella, apareciendo y desapareciendo como un animalillo inquieto.

Soledad pasa todo el día fuera, deambulando por la orilla, quizá regocijándose en la tragedia de su vida perdida. Robada más bien. Insultada desde los ocho años con palabras que ni siquiera entendía. Maltratada con electrochoque, expulsada de su casa. Viendo como ahora las chicas llevan orgullosas camisetas que lucen la palabra que para ella fue un estigma. Porque cuando le dijeron que padecía lesbianismo supo que moriría de eso. Lo trágico fue que al cabo de unos años supo que lo suyo no tenía cura porque no era una enfermedad. Supo que le habían robado la vida.

Soledad se sienta en una terraza al sol, incluso ahora que es invierno, y come junto a un matrimonio inglés con tres deliciosos niños rubios. Y sabe que si hubiera nacido solo veinte años más tarde ahora tendría mujer e hijos, y quizá estaría esperando el primer nieto. Luego toma un café y se dirige de nuevo hacia la orilla, porque es el peor momento del día. Acaricia de nuevo la idea de fundirse con su amante la mar de una vez para siempre, pero cada día es más vieja y está más cansada, y además sabe que nadie irá a ponerle flores en la tumba. Así que se sienta de nuevo en la orilla y duerme la siesta, hasta que algún chaval la despierta con sus gritos ahora que ya han salido del colegio (del único colegio de esta ciudad de veraneantes) y juegan a la pelota junto a ella, poniéndola perdida de arena.

Hacia las siete, con el sol a punto de desaparecer, Soledad vuelve hacia su apartamento en la tercera línea, con una diminuta terraza que ni siquiera da al mar, y se queda dormida delante de la tele, como todas las noches. Siempre sola.

Etiquetas: ,

25 abril 2007

Miradas


Los ojos semiocultos tras un turbante
-y su infinita mirada-
en los habitantes del desierto,
me impiden salir de allí.

Hermosas dunas muertas
cuando sus bellos moradores
dejan rastro
sobre la arena caliente.

El agua de la fértil lluvia
fluye desde los ojos
saharauis.
Y la crecida desborda el alma.
________________________________

Etiquetas: , ,

23 abril 2007

Bruselas, 1988


Sabías que te miraba
y sonreías.
Desde tus ojos negros,
una cálida sombra de patios porticados
y la suave luz que, tamizada,
enjalbega de rosa las columnas.
Sabías que te miraba
y descansabas.
Estático, sin moverte,
esperando a que te dirigiera la palabra.
Pero lo hice y tú no me entendiste.
Respondiste y yo no entendí.
¿Qué palabras dijimos aquel día?
¿Adónde se marcharon?
Desde tus ojos negros,
resplandores de espuma y brisas de desierto,
oscuros cantos bereberes,
el rumor de las hojas del naranjo
y el agua de una acequia ensombrecida.

______________________________

Etiquetas: ,

20 abril 2007

Wilaya Dajla


Todo empezó antes de salir de Dajla, la víspera, concretamente, mientras estaba sentado en la puerta del Club mirando el anochecer. Se me metió arena por la nariz, en la garganta, en los ojos, y no pude dejar de carraspear. Una especie de parálisis endureció mis músculos, y allí me quedé, tirado en el suelo, con las rodillas doloridas sobre las sandalias que había llevado a rastras.

La noche, negra, no arregló nada, a pesar de que tuve todas las estrellas a mano.



Al día siguiente las imágenes intermitentes de los adobes hicieron que el cielo inmenso reventara. Estuve completamente solo durante un momento, aunque estaba rodeado de gente. Todo estaba allí congregado, la ignorancia de mis quince años, la inocente adolescencia, los amores perdidos en el camino, la madurez del ser adulto, mi paciencia infinita y la capacidad de emocionarme con las cosas menudas. Viví de nuevo la vida, deprisa, porque sabía perfectamente que no habrá más oportunidades de quedar otra vez cautivado por completo. Desgraciadamente.


Después llegaron las despedidas, el llanto callado de Lekheila, los abrazos de Mamadu, y el futuro destrozado que intuían los niños. Y a continuación, la nada, el vacío, todos los cielos y tierras completamente inmaculados, sin nubes, sin un hierbajo, ni tan siquiera una calzada para salir de allí, sólo la luz, un mar de arena, y mis lágrimas.

No podía soportar la idea de abandonar a aquella gente en medio de la nada, pero, estúpido yo, han sido ellos quienes me han dejado abandonado en medio de este todo.

Etiquetas: , ,

18 abril 2007

El abuelo Martín


El abuelo Martín sigue bailando y tarareando esa cansina melodía (“Campanera”, me dijeron mis padres que se llamaba la absurda canción). Se acerca arrastrando los pies al centro del salón con sus zapatillas a cuadros desgastadas y empieza a susurrar algunas notas y a mecerse suavemente. Entonces, extiende los brazos y se agarra a un espectro, a un ente demasiado alto, mucho más que él, porque a veces he observado que se pone de puntillas. Y entonces empieza a girar suavemente, muy despacio al principio, pero luego la canción se acelera, coge ritmo de pasodoble, y entonces yo me levanto del sofá en el que jugueteo con mis indios de plástico y aparto todas las sillas del salón, y recojo la alfombra para que no tropiece, porque me gusta verle bailar y canturrear, porque cuando el abuelo Martín levanta los brazos y entorna los ojos, el salón desaparece, incluso sus arrugas desaparecen, sus ojos acuosos desaparecen, porque se convierte en un joven apuesto y elegante, un joven enamorado, un joven despistado, confundido por unos sentimientos que no entiende, y arrastra los pies al principio pero luego se va calentando y empieza a ir más rápido, cada vez más rápido, hasta que se diría que casi vuela, y la canción que es un susurro se va haciendo más audible, y sólo entiendo trozos a medias, inconexos: (¿Por qué-se-pa-ra la gen-te na más la ven pasar?)

Mamá aparece en la puerta y le dice: padre, por Dios, que se va usted a caer. Porque le llama padre aunque no es su padre igual que yo le llamo abuelo aunque no es mi abuelo (que ar-sa la fren-te y echa a can-tar). Porque el abuelo Martín se casó con mi abuela al quedarse viuda de mi verdadero abuelo Isidoro, el hermano del abuelo Martín. Martín sintió pena de la viuda con tres hijos y pensó ocupar el puesto de su hermano. Y lo hizo muy bien. Pero dejó algo en el camino (y es del a-man-te que es-pe-ra con la ben-di-sión de los al-ta-res). Dejó mucho en el camino. Y ahora, tan viejo, sigue bailando y cantando aquella canción y aquel baile, rememorando aquella noche primaveral que quizá fue la noche de su vida (¿cual es la lla-ve de la ver-dá?). Como si el tiempo se hubiese detenido, como si la canción nunca hubiese terminado. Como si esa noche hubiese sido eterna. Y quizá lo fue. Porque cuando mi abuelo entorna los ojos y se lanza a bailar es de nuevo esa noche. Porque en el salón huele a gardenias (co-mo man-da Dios, su com-pa-ñeeeee-ra).

Cuando acaba el baile, se sienta fatigado junto a mí, y me pregunta: “¿alguna vez te he hablado de mi amigo Alfonso, que era sargento primero de Infantería de Marina?”. Y yo le respondo: “sí abuelo, la verdad es que no me hablas de otra cosa”.

Etiquetas: ,

16 abril 2007

Viento


Lo que se llevó el viento
y lo que se lleva hoy,
el honor, las relaciones
y, en el último instante atrapadas,
unas cuantas canciones.
Lo que ha traído el viento
y lo que quizá traiga mañana,
esperanza, alegría
y, en el último instante robada,
un esbelta criatura.
________________________

Etiquetas: ,

12 abril 2007

Hemos salido en la Revista Zero

Se nos acaban las vacaciones, el lunes estamos de vuelta. Pero os informamos de que en la Revista Zero del mes de Abril se habla (un poquito) de La Taberna del Mar y (mucho) de Dosmanzanas.

A los que venís desde allí, bienvenidos. A los demás: por favor, si os vais a Zero ¡volved!.

04 abril 2007

Vacaciones de primavera


Llega la primavera, que la sangre altera, y los taberneros no lo podemos resistir, así que cerramos la persiana durante semana y media.
Y hablando de asuntos primaverales, parece que hemos quedado entre los diez primeros blogs eróticos en el concurso de 20minutos, (y por lo visto, este rincón ha quedado como primer blog homoerótico).
Es verdad que en esta taberna se habla de muchas cosas, así que para facilitar el trabajo a quienes directamente vengan buscando hombres calientes y sudorosos, hemos preparado una selección y la hemos metido al cajón, no hay más que introducir la cabeza y mirar:

El mejor baño
Brokeback
Tu gruta
Perfil sinuoso
El socorrista
Muchacho
Entre los árboles
Rocas de Piran
El chico del Pizza Hut
Leteo
En delicadas cumbres
Soneto del cuarto oscuro
Desencuentros
Héroes
Tú vete amor
Vicios

Etiquetas: , , ,

02 abril 2007

Afueras


Allí donde las últimas casitas blanqueadas
se pierden entre cadáveres de coches y basuras,
donde las vías del tren ocultan
las últimas higueras cochambrosas,
junto al viejo molino abandonado, en ruinas,
donde los pobres lunáticos
se meten en las venas relámpagos y estrellas,
allí fue donde dejé de ser muchacho
y me diste lo que andaba buscando.
Luego dijiste: “conozco un lugar
donde podemos ir,
donde nadie pregunta,
donde nadie indaga ni sospecha,
conozco un hermoso lugar para vivir
”.
Se te veía feliz en ese instante.
Pero yo ya tenía lo que buscaba.
Así que di media vuelta,
andando despacito
hacia las luces de la ciudad que se encendían,
canturreando y saltando.
Yo había vencido.

Etiquetas: ,