La taberna del mar: noviembre 2009

30 noviembre 2009

La última pera


Todavía sigo esperando
que crezca la última pera.
Pero ahora coloco el frutero
sobre la mesa
y me quedo mirándolo,
absolutamente concentrado,
todo el cuerpo inerme,
queriendo convertir en eternidad
este simple instante,
con la atención puesta en la penúltima pera,
callado, observando, alerta.
Del otro lado de la ventana
parece que llegan gritos,
tumulto en la calle,
redadas, torturas, dolor,
el postrero ataque histérico del poderoso,
mientras sigo en silencio
mirando la penúltima pera.
Cojo los pinceles y el lienzo
para dejar plasmado
el color mohoso de la fruta madura.

Cuando caiga del frutero
la última pera
y reviente contra el suelo,
en ese momento
dejaré los pinceles,
abriré la ventana
y disfrutaré del fin de los tumultos.

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23 noviembre 2009

Said es el chico más guapo de Tánger


Said es el chico más guapo de Tánger. Me mira desde la altura (casi uno noventa), con unos profundos ojos negros y unas larguísimas pestañas, con la elegancia de un príncipe persa. Desde la Terrasse des Paresseux en el centro de Tánger se ve la costa española, pero Said me mira a mí y me sonríe descarado. Se acerca a preguntarme la hora. No tiene más de veinte años. Cuando estoy solo tengo una especial habilidad para atraer a todo tipo de gente, que me cuenta sus penas o sus alegrías. Es por culpa de ese aire de iluminado, entre cura y psiquiatra, que me da la calva, ya me lo han dicho. Said me cuenta que es de Tetuán, que ha venido a jugar un partido de fútbol a Tánger. Es el portero. Como Iker Casillas, le digo, pero tú eres mucho más guapo. Sonríe, coqueto. Sus amigos se han ido a dormir al hotel, pero él se ha quedado paseando por el Boulevard Pasteur. Le gusta Tánger. Sobre todo le gusta ser anónimo en Tánger. Entre español, francés, inglés y las tres palabras que sé en árabe nos entendemos casi perfectamente. Pero mejor se entienden nuestros ojos, que se dicen todo.

Paseamos hacia la entrada de la Medina, por la rue de la Liberté. Ya hace horas que anocheció y ha parado de llover. Said lleva una mochila gris con la ropa de deporte, y se detiene en todos los escaparates. Me pregunta por España, por Madrid. Esa misma tarde, en la Kasbah, atravesando un agujero en la muralla, accedí a un promontorio desde el que se dominan los dos mares que bañan Tánger, y los dos continentes parece que se tocan, las dos aguas parece que se mezclan. Los muchachos se sientan en las rocas y miran las luces de Tarifa o Algeciras, echando de menos a los que se fueron. Alguno mira al oscuro mar, y seguro que piensa en los que no llegaron. “Camarades”, se llaman entre ellos, compañeros de tragedia. Cuando pensamos en el holocausto nazi siempre nos preguntamos cómo pudo pasar todo aquello en Alemania. ¿Nadie lo vio?. Algún día nuestros hijos también nos preguntarán por los alambres de espino, por las pateras, por los ahogados. ¿No lo visteis? ¿Cómo pudisteis permitir algo así? ¿Celebrabais vuestra libertad, gritabais que todo había acabado, que todo estaba conseguido, cuando a diez kilómetros la gente se mataba por entrar a la fiesta, por hurgar en los cubos de basura? Alguna vez tendremos que responder por todo esto.

Said vuelve a Tetuán a la mañana siguiente. Es bonito Tetuán, le digo. Con el cementerio que se derrama por la ladera, con los tejados blancos y las casas de color pastel, con los azulejos centelleantes de las mezquitas. Muy bonito, me dice con tristeza. “¿Tú, mañana, España?”. Y le brillan los ojos. Sí, yo mañana, Madrid. Pero es más bonito Tánger.

Siento alegría y pena por Said. Alegría porque vive en un país tranquilo e inocente. Porque aún puede comprar cigarrillos sueltos por la calle. Porque los chavalillos juegan tranquilos en las plazas y se toman zumos de naranja. Siento alegría por Said porque se ha acercado a mí con decisión, con osadía y descaro, sin el menor atisbo de culpabilidad ni de estar haciendo algo prohibido. Porque no va a tener demasiados problemas en encontrar lo que busca y que yo hoy no puedo darle. Porque es un chico guapo y hay muchas noches. Pero siento pena porque no sé qué va a pasar cuando cumpla unos años más, cuando sienta la presión, cuando tenga que casarse con una mujer.

Empieza a llover de nuevo y le digo a Said que me marcho. Me agarra la mano con fuerza y me desea suerte. Ya no veo en él ningún atisbo de tristeza, todo lo contrario. Quizá ha encontrado en mí lo que buscaba, después de todo. Sonríe y se pierde por los callejones oscuros de la medina, no sin volverse a saludar un par de veces. Yo doy media vuelta y echo a correr bajo la lluvia por los bulevares de la ciudad nueva. Tengo miedo de que Said no vaya a su hotel y en la trastienda de alguna cafetería del Zoco Chico hipoteque su vida por un pasaje a la felicidad. Tengo miedo de ver su cara en el telediario, temblando de frío en alguna playa, a las puertas de la fiesta.
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16 noviembre 2009

y sin embargo...


Sentado en el suelo
con las piernas cruzadas
haciendo el vacío en mi mente.
Borro los recuerdos,
desecho las cosechas
que me han dado los años,
no pensar, fuera distracciones,
olvidar, en esta cálida tarde de verano,
todo lo que has sido para mí,
expulsar de mi memoria
el más mínimo rastro tuyo,
decirte adiós, dos besos fugitivos
y tu alma entera que se me escapa
triste y pensativa.
Sentado en el suelo
con las piernas cruzadas
queriendo hacer el vacío en mi mente,
y sin embargo...

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12 noviembre 2009

La taberna del mar en Radio Blog Luz de Gas

En este enlace podéis descargar el archivo para oír el programa “Ebe y Ebe y vuelven a Ebe (Cool version)” de Radio Blog Luz de Gas. La última media hora, más o menos, está dedicada a La Taberna del Mar y sus borrachas habituales. Que os guste.

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05 noviembre 2009

A Nemat, que amó a los dieciséis años

Oirás palabras sucias en bocas ponzoñosas
que te dirán que lo que hicimos fue pecado.
Te escupirán seguramente,
y en sus ojos verás el odio de los envidiosos
y de los hipócritas,
de los que a solas, a oscuras, en sus casas,
lamentarán no haber conocido nunca
un solo instante luminoso,
una sola caricia verdadera.

Procurarán, bello Nemat,
a base de castigos indecentes,
que te arrepientas.

Pero sólo tú, bello Nemat,
en tu celda,
y sólo yo, aquí, tan lejos,
sabemos que no hay nada
de lo que arrepentirse,
porque la luz,
la última luz de otoño
acarició las sábanas,
porque en la mesa aún quedaban
los restos de los higos y las uvas maduras,
porque tu cuerpo caliente
y mi boca caliente
aún conservan el recuerdo indeleble
de una tarde de otoño eterna,
enfebrecida y plena, bello Nemat,
de gozosa juventud.


(Este poema fue leído en el Radio Blog Luz de Gas el día 4 de noviembre - se puede descargar el podcast, el poema está en el minuto 62, más o menos - y forma parte de las acciones "Los jueves por Nemat" llevadas a cabo en la blogosfera para salvar a Nemat Safavi, que lleva esperando ser ahorcado desde los dieciséis años en una cárcel iraní. Más información en La ciudad perdida de Nivorg)

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