La taberna del mar: mayo 2010

24 mayo 2010

Automatismos


Aproximando multitudes de
vagas olas cerúleas que
invisibles ante la pasividad eterna
de los manantiales acompasados por
el arrullo inhumano que
producen los vertederos
crepusculares agonizará
extasiada varias veces ante
la lúgubre mansedumbre de
las bibliotecas aparentes. Acongojado
una vez más por el
cuchillo acosador
que relumbra entre los
maceteros acaparo vendajes. En el altar,
en los atardeceres conspicuos que
se agazapan entre verdores
vespertinos, las músicas
desacompasadas aglutinan perfumes
ingrávidos de mausoleos perdidos entre
la arena pútrida de desiertos
inhabitados. Indómito, aplazo
necedades, descubro bajo la
mesa sarcasmos indefensos que
inutilizan paredes encaladas, y
momias de inusitada fe agradecen a
las modistillas el
increpante y gustoso flujo que
disparado desde la nevera
estúpidamente arrulla.

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12 mayo 2010

Siempre queda...


Siempre queda un último recurso,
cuando comprendes que, siendo imposible
la felicidad continua,
los rayos del sol sólo te acariciarán
en contadas ocasiones,
cuando te encuentres un día,
como mancha gris
sobre el pálido amarillo de la arena,
en un playa desesperada,
cuando no consigas nada más
que agotar tu cerebro
con aburridísimas disertaciones.

Siempre queda algún recurso guardado,
probablemente muy escondido, a la espera,
para ese penúltimo momento
antes de tener que empezar a arrastrarse,
para antes de introducir en el arenal
esa mano que intenta horadar la playa entera.

Al final, siempre queda prestar atención
a las lejanas ondas marinas,
pensando que acercarán mensajes
del alma de algún amante maldito,
siempre queda extender la mirada
hasta la barca que baila mecida por las olas
y ver el semblante transparente
del pescador solitario.

Siempre queda coger el libro más querido
y abrir las páginas al azar,
para encontrar justo aquello que queríamos oír.

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05 mayo 2010

Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta

El 11 de noviembre de 1965 Joseph Beuys (1921-1986) paseaba por el interior de una Galería de Arte en Düsseldorf vestido con un traje de fieltro y la cara untada con miel y polvo de oro y llevando en sus brazos una liebre muerta. Con un pie envuelto también en fieltro y una chapa de cobre atada a su tobillo, acariciaba las patas de la liebre mientras le susurraba al oído la explicación a los cuadros. El arte de Beuys no representa (es una palabra fea, que supone algo de falsedad y contaminación). El arte de Beuys es, sin embargo y sobre todo, verdad y pureza. Es un arte que presenta.

Esto es una interpretación personal y seguramente equivocada sobre una de las obras más apasionantes de toda la historia del arte. Arte que piensa sobre sí mismo, meta-arte, arte que se pregunta y que no responde, que no se cierra, que no enseña un producto acabado y perfecto (una tautología, una perogrullada ante la que sólo podemos asentir boquiabiertos y babeantes), sino que pregunta, nos pregunta, nos agrede y nos hace reflexionar sobre lo humano y lo sagrado.

Lo que le decía Beuys a la liebre muerta:

Todos esos que miran desde fuera cómo paseo mi cojera por entre los cuadros mientras te abrazo piensan que soy yo el que te está explicando las obras de arte. Lo que no saben es que lo que te pido es que me las expliques tú a mí. O al menos esperaba que me las explicaras antes de morir. Ahora ya sé que es imposible. Decía Schiller que la belleza es el camino de la libertad. Quizá sea eso lo único que importa, que creemos algo bello para llegar a ser libres. Que ampliemos el concepto de arte para que esto también sea arte. Que dejemos de mirar los cuadros y miremos la vida, el susurro, la naturaleza, la muerte, lo sagrado. No puedo pedirle lo mismo a un perro, a un gato o a un caballo: el hombre les ha arrebatado su dignidad, su albedrío, lo que tienen de bello y de libre. Sería imposible que ellos me explicaran el arte, ni yo a ellos. Como probablemente es imposible que todos esos que miran disfruten o expliquen lo que hago aquí dentro, chorreando oro, grasa y miel. Pero tú eres la liebre, el conejo loco de Lewis Carroll que corretea y siempre llega tarde, y me agarro a ti como el que se agarra al cordón umbilical temiendo el tijeretazo definitivo. Tú me unes a la naturaleza, aunque ya estés muerta. O precisamente por eso. Tú, que eres pura energía, que eres (o eras) pura vitalidad, que eres sobrehumana, que estás más cerca de lo divino, de lo sagrado, me dices más sobre el arte muerta que lo que yo te pueda decir a ti vivo. En ti está lo frágil, lo bello, lo delicado, lo sensual. Eres la naturaleza que muere y renace cada abril. Eliot dijo: “Abril es el mes más cruel, hace brotar lilas del interior de la tierra muerta, mezcla la memoria y el deseo, estremece las raíces marchitas con lluvia de primavera” . Abril hará brotar lilas del interior de tu vientre putrefacto. Se preguntan “¿qué le estará diciendo?” ¿por qué le explica los cuadros a una liebre muerta?”. Les respondo: porque lo va a entender mejor, porque sois como los perros domesticados que mueven el rabo para saludar al que les da de comer. Porque os reís y me insultáis, incapaces de ver vuestra propia babeante estupidez. Vuestra vida anodina, tan lejos de lo bello. Vuestra vida de perros. Jamás podréis llegar a ser como una liebre muerta. Porque no sois capaces de ver que la obra de arte es la liebre, mi susurro, mi cojera y vosotros mirando.

Notas:
Beuys fue expulsado en 1972 de la Academia de Artes de Düsseldorf, entre otras cosas porque no aceptaba los númerus clausus. “Cada hombre, un artista”, alegaba.
La foto está cogida de Internet.

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