La taberna del mar: octubre 2008

31 octubre 2008

Por los márgenes


Vas viajando por los márgenes de esta página que es la vida, y resulta que está todo en blanco, que no puedes acceder a la parte escrita porque no se escribió para ti, ni puedes dar un salto al vacío para huir de la página, así que sigues dando vueltas por los márgenes, y te das cuenta de que vives en un laberinto que siempre te lleva al mismo lugar, de que estás completamente atrapado en el eterno retorno, de que mires por donde mires, no cambia la perspectiva de estar retenido en una especie de limbo, entre un mundo atiborrado y otro que no existe.

Y de repente, un día te encuentras con que hay vida también en los márgenes, por lo visto alguien garabateó una nota al borde de la página mientras atendía al teléfono, y te tropiezas con unas letras y unos números remarcados sobre el blanco del papel, y te detienes entre ellos como si hubiese surgido un oasis en tu desierto, e intentas descifrar los signos del mensaje como si fueran señales escritas por seres extraterrestres: llamar al garaje antes de las siete. Y decides seguir viajando por los márgenes de la vida.


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29 octubre 2008

El día que murió Ian Curtis


Supongo que cada generación ha tenido un muerto favorito: la Monroe, el Dean, el Lennon, el Morrison, el Cobain. Sin embargo, no comparto con la mía, la de los nacidos a fines de los sesenta, el muerto que marcó mi adolescencia.

El 18 de mayo de 1980 Ian Curtis era la persona a la que yo más quería en el mundo. Sin ninguna duda. Oí por la radio que se había suicidado, a los 23 años. Ian Curtis era el cantante de uno de los mejores grupos de rock que han existido nunca: Joy Division. Sólo dos discos y el segundo ya fue póstumo.

El día que murió Ian Curtis salí a dar una vuelta por el parque. Las vías del tren pasaban entonces paralelas al paseo principal, en una zona elevada separada del parque por un terraplén. Los chavales (¡cómo ha cambiado todo!), cuando nuestros padres se despistaban, subíamos a las vías y jugábamos a poner la oreja sobre los raíles, para ver cuándo llegaría el tren. A veces dejábamos pesetas (o duros, los más pudientes) para recuperarlos fundidos y aplastados, como medallas que colgábamos en nuestras camisetas.

Ese 18 de mayo, subí también a las vías. En ese momento pasaba un tren y su ritmo machacón me recordaba a “Love will tear us apart” (la que aún hoy es mi canción preferida de todos los tiempos). Esa misma frase fue escrita como epitafio en la tumba de Ian. Me tumbé sobre los raíles aún calientes y esperé. Esperé y esperé durante no sé cuanto tiempo. Tampoco sabía exactamente qué era lo que esperaba. Al menos Ian había tomado parte activa en su propia muerte: se había ahorcado en su cocina.

No pasó ni un puto tren en toda la tarde.

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27 octubre 2008

Vuelta al mar


...no son cuatro muchos días
para estar lejos del mar
y sin embargo, un paseo por la playa,
noche cerrada,
luz tenue de las farolas entre el salitre del aire...

Son líneas paralelas,
blancas contra el negro mar,
que se dibujan y desdibujan
mientras se arriman a la orilla.
En lo más negro y profundo del océano
estallan con brío
–estruendo que retumba intenso–
se expanden a lo ancho
y se aproximan
una tras otra
sobre la oscura superficie
en ritmo continuo
para morir en un chisporroteo
absorbidas por la arena.
Y me parece que tengo a mi lado
a Virginia Woolf, describiendo las olas:
las del alba y las mañaneras,
las del mediodía y las del anochecer,
y un escalofrío me recorre el cuerpo
de arriba abajo.
Y me parece que llevo a mi lado
a Alfonsina Storni, con sus sonetos,
de vuelta al mar.

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24 octubre 2008

Tregua

Partiendo de la base
de que me asusta verte
tan indefenso y débil,
recapacitando y viendo
que probablemente
la culpa ha sido mía,
por mis veleidades,
por mis arrullos,
certificando que
todos los momentos
que hemos pasado acariciándonos
han sido los mejores,
(quizá los únicos),
aparentando a veces,
como si eso fuera posible,
que no había ya nada más,
estoicamente abandono
mi absurda pretensión
de conquistarte.

Será sólo una tregua.
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22 octubre 2008

Lobo postvisible


Filas de troncos arbóreos,
bosque rectilíneo,
previsible.
El lobo hambriento
recorre sigiloso de una en una
las distancias entre árboles,
con los pelos del hocico arriba,
las fosas nasales abiertas
y los oídos atentos.
Lo tengo a mi espalda,
postvisible.

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20 octubre 2008

La sociedad búlgara y un poco de teoría queer


No soy un experto en teoría queer. Ni siquiera sé si entiendo algo o cada vez que leo libros sobre el tema me lío más. El caso es que este verano en Bulgaria he empezado a comprender algunas cosas viendo a la gente. Vamos a ver si me explico, que es complicado.

En nuestro país tendemos a confundir sexo con género. El sexo, según creo, es algo que está en nuestros cromosomas, en cada una de nuestras células, y que es imposible cambiar (por el momento, pero confío en la ciencia). El género, sin embargo, y según los teóricos, es una construcción social, algo aprendido desde que nacemos. Por eso, en otros países, a las personas transexuales se las denomina transgénero.

Así, nuestro reduccionista mundo convierte la gran infinidad de variaciones de la naturaleza en cuanto a sexo (XX, XY, XXX, XXY, y muchos más) en sólo dos géneros: el masculino y el femenino. Cuando llegamos al mundo nos ponen una pulserita rosa o azul y ahí ya va todo: la plancha, la agresividad, el mando a distancia, el aparcar bien, las colonias, la sensibilidad, el bricolaje, entender los mapas, la cocinita y mucho más.

Cuando vemos a una persona transexual, solemos decir “se le nota”. Hay muchas divas del cine o de la música que se han convertido en referentes para la población LGTB: su masculinidad o feminidad es tan excesiva que al resto de la gente le suele resultar incluso desagradable. Siempre caerá sobre ellos la sospecha: éste es un hombre, ésta es una mujer (hay menos casos, pero los hay).

Pues bien: en Bulgaria a la mayoría de las mujeres “se les nota”. Sus vestidos, sus joyas, sus contoneos, sus movimientos de caderas y manos, sus brillos, son tan antinaturales, tan forzados, que no queda más remedio que rendirse ante la evidencia: su comportamiento femenino es tan exagerado, tan sobreactuado, que no hay duda de que es aprendido (y aprendido mal). Pero no sólo eso, claro. A los hombres también “se les nota”. Su masculinidad es tan impuesta que produce hasta risa: sus miradas de desprecio, su altanería, la manera de tocarse los huevos, la forma de cruzar las piernas, de agarrar a sus mujeres, de beber la cerveza, de partir la carne, la manera de gritar, de impostar la voz, de reírse. Todo forzado, todo aprendido, todo actuado.

Es algo que me reconforta, sinceramente, el pensar que a todos “se nos nota”, que no hay nadie auténtico (y si lo hay, sin duda también es una actuación). Que todo es cuestión de ser mejor o peor actor. Actuar: esa es la cuestión.

Este año me he propuesto ser como Marlon Brando. Para el que viene pienso ser Ava Gadner.
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17 octubre 2008

Quiebra


Ahora veía por delante el camino despejado para cumplir sus sueños. Si perdía todo el dinero en una partida de mus, no tenía más que llamar a su tío, a Londres. Por fin habían terminado aquellas interminables trifulcas familiares que tantos disgustos le habían dado. Todo sería para él, las joyas que dejaron los abuelos y las colecciones de arte que había juntado la tía, y más adelante, todos los palacios del tío también serían suyos. Entre tanto, podía seguir ocioso, jugando a las cartas, o vagando de aquí para allá, degustando refrescos alcohólicos bajo los toldos de las cafeterías, mientras veía deslizarse ante sí hordas de cuerpos lascivos y semidesnudos.

Aquella noche tenía partida de poker con otros farsantes como él, recién venidos de la capital. Llegó tarde a la cita, pensando que no sería el último. Pero no, los demás ya estaban allí, con aspecto alegre, tal vez medio borrachos, colorados entre el humo. Y durante la partida lo perdió absolutamente todo, tanto lo que llevaba encima como lo que dejó a deber, que no fue poco. Incluso más tarde, camino a casa, tuvo que pedirle a su ídolo del burdel que le aplazara el pago por los favores prestados.

Cuando despertaron rieron todos, los farsantes de la capital y la plantilla del burdel. Habrían perdido lo que les debía, pero sin saber bien por qué, les hizo gracia enterarse de que todos los bancos de Londres acababan de quebrar.


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15 octubre 2008

Algunas cosas sobre Malta (y XI)

La isla de Comino, entre Malta y Gozo, es famosa única y exclusivamente por la Laguna Azul (Blue Lagoon, en inglés suena muy bien también). Si vas tempranito, antes de que lleguen los cruceros, las aguas azules y calientes de la laguna y su fondo de arena blanca aún no habrán sido revueltos, y no habrá quedado convertida en una laguna turbia y lechosa. Madruga, que merece la pena.

Me di un paseo por la isla para ver si encontraba a alguno de los cuatro habitantes de Comino que quedan, pero sólo encontré un puesto ambulante de perritos calientes y helados derretidos. No hay ni una sola sombra en toda la isla.

Y hasta aquí el prolijo viaje. Ahora que lo releo, me ha quedado todo como un publirreportaje barato, de esos que salen en la tele a veces. Otra vez será.

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13 octubre 2008

Harto


...como esos días en que te levantas.
corres las cortinas,
abres la ventana
y te pones a gritar:
“¡Ya estoy harto de tanta niebla,
de esta llovizna que empapa la tierra!
Quiero ver la luz,
el cielo
y las estrellas.
¡Estoy harto de tanta mirada esquiva,
de este torrente que arrastra palabras!
Quiero esconderme en tus pliegues
y esperar allí
otro amanecer.”

...y busco algo a lo que aferrarme,
el nexo de unión con la eternidad,
con el universo,
y no encuentro palabras ni miradas,
ni luz ni lluvia,
no encuentro nada.

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08 octubre 2008

Algunas cosas sobre Malta (X)

La isla de Gozo, a la que se accede cómodamente en un gigantesco ferry que recorre cada media hora la escasa distancia que la separa de Malta, está mucho más deshabitada y constituye un deseado destino vacacional para los malteses, que visitan Gozo como nosotros las Canarias, esperando encontrar exotismo en nuestro propio país.

Porque Gozo es más verde (tampoco mucho más) que Malta, pero más pequeña, más barata y más tranquila. Las cúpulas de iglesias dominan el paisaje (una de ellas, reproducción en piedra local de Santa María de la Salud en Venecia).

Además, se hace imprescindible la visita a la Ventana Azul, una de esas maravillas geológicas que encantan a los turistas y que se convierten en iconos adorados por los cazafotos. Sin embargo, esta vez la visita sí merece la pena, sobre todo si se hace en barca y con un barquero como éste (que queda nombrado, si mi compañero no se opone, barquero oficial de esta taberna):


En Gozo se encuentra también uno de los sitios a los que volvería sin duda, una especie de retorno a lo que debió ser un pueblo costero levantino español en los sesenta: Xlendi. Una profunda y azulada bahía, un paseo adoquinado entre los riscos, cuatro bares que se alinean frente a una playita y unos cuantos apartamentos de un amarillo polvoriento detrás. El paraíso.



Y no olvidar los templos de Ggantija, quizá lo más interesante de la isla junto con el barquero gozitano.

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06 octubre 2008

Rotonda


¿y qué queda de todo aquello?
Me voy acercando, siguiendo el camino, hasta una rotonda.
Tengo que esperar, todos los que veníamos por la misma carretera tenemos que esperar. Tuvimos el mismo origen y parecido pasado, venimos del mismo lugar, hemos disfrutado de los mismos paisajes durante el camino, hemos tenido que hacer frente a los mismo obstáculos.
Ahora, en la rotonda, tenemos que ceder el paso a los que han llegado aquí antes que nosotros, a los que vinieron desde otras zonas, a quienes andan intentando buscar la dirección del futuro.
Yo aquí estoy, avanzando despacio, poco a poco voy llegando al cruce, de vez en cuando queda sitio para uno de nosotros.
Por fin consigo entrar en la corriente circular, y un río más ancho comienza a arrastrarme dando vueltas hasta que encuentro mi dirección de salida. Cuando llego aquí me aparto para encarar un nuevo tramo del recorrido. Y ahora pienso: ¿de dónde venía yo? ¿dónde están los que venían conmigo, los que salvaron los mismos obstáculos que yo? ¿quiénes son mis actuales compañeros de viaje?
¿y qué queda de todo aquello?


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03 octubre 2008

Algunas cosas sobre Malta (IX)

En el centro de la isla, y desde el montículo desde el que se llega a adivinar casi todo el contorno de la misma, la antigua capital, Mdina, se ha convertido en la ciudad del silencio (porque es peatonal, principalmente) y porque las hordas pasan en ella escasos minutos en su 2 hour-visit Malta.

Por la tarde, las calles amarillas de sabor medieval, absolutamente vacías y realmente silenciosas, con sus gigantescas aldabas broncíneas y sus patios resguardados a la vista, hacen imaginar esplendores pasados, antes de que la nobleza descubriera que desde La Valeta se controla la isla entera mucho mejor.

Al lado, los antiguos arrabales que rodeaban la ciudad fortificada se han convertido en la ciudad de Rabat, que alberga un delicioso museo romano (con un mosaico “in situ”) y las catacumbas de San Pablo y Santa Agata, con la típica audioguía perfecta para describir en cada momento lo que NO estás viendo (o a lo mejor soy demasiado lerdo dándole a los botones). Al final sales con sensaciones contradictorias entre lo visto, lo olido y lo oído, entre las magníficas pinturas cristianas de las tumbas que describe con deleite la audioguía y la cueva oscura y polvorienta que huele a pis en los rincones que te ofrece el resto de tus sentidos.


A la vuelta de Mdina, probablemente el autobús que cojas dará tantas vueltas a la isla que tendrás la oportunidad de ver la magnífica cúpula de la iglesia de Mosta. Y no sólo una sino varias veces, como si todas las carreteras de la isla confluyeran alrededor de ella.

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01 octubre 2008

Escenas enigmáticas


Escenas enigmáticas
nos acechan desde la pantalla
y no sabemos por qué.
Tal vez porque los astros
influyeron en nosotros
más de lo que influimos
en la vida celestial,
o porque acabó el verano
en la habitación de un hospital,
porque se esfumaron sin saber cómo
los cimientos y el umbral,
porque se abrió en tu mano un abanico
importado de ultramar.
No sabemos por qué.
Pero ahí siguen al acecho,
desde la pantalla,
enigmáticas...

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