La taberna del mar: junio 2006

30 junio 2006

Viernes

Viernes (2006)

Viniste a mí como llegan las flores al almendro,
como, tras un día de tormenta,
los rayos amarillos se abren paso entre los nubarrones
e iluminan los bosques mas sombríos,
como cuando una luz reverbera
en la playa dormida a la que arribo
con una barca medio deslavazada,
de repente,
sin previo aviso,
sin una sola señal que te anunciase,
(aunque quizá, esforzándome,
recuerdo que aquella tarde
había un cielo violeta
y un aroma salino
entre los descampados
del norte de Madrid),
así, sin más,
sin yo quererlo ni soñarlo,
otro viernes mezquino entre vasos helados
y miradas ansiosas,
entre vacuos abdominales y rincones oscuros,
pero la vida me tenía preparada una sorpresa
(que dura doce años)
y salí de tu mano del sitio al que había entrado sin pies.

29 junio 2006

No has venido


No has venido (2005)
No has venido a la hora en que quedamos, a pesar de que dijiste que esta vez vendrías, y no me has llamado mientras esperaba noticias tuyas. Pero incluso estando solo, no creas que me he sentido abandonado. A pesar de que me haya dado pena no estar contigo, no creas que me has dejado hundido.

Los dos sabemos lo triste que es estar separados, pues desgraciadamente más de una vez nos ha tocado estar así. Peor aún, sabemos lo duras que resultan las solitarias estaciones del año, porque hemos tenido que pasar la mayor parte de nuestra vida alejados el uno del otro. También sabemos cómo se colman nuestros corazones cuando estamos juntos, cómo, sedientos de vida, se alegran nuestros cuerpos al recordar aquellos años de plenitud. Por eso era tan importante para mí que aparecieras hoy a tiempo, por eso habría sido tan bonito verte llegar, si hubieras venido.

Pero como te decía, la desolación no me ha derrotado. Pronto, si no es hoy mañana, o pasado mañana, cuando tus allegados no te necesiten, cuando tus absurdas obligaciones estén realizadas, más pronto que tarde, vendrás. Y yo estaré aquí, para abandonar mi ser a tu lado.

28 junio 2006

No te alcanzo

No te alcanzo (1989)

Tras tu sombra corriendo
por esquinas borrosas,
tras tu sombra, como un diablo,
sigo tus huellas opacas en la bruma,
espesa y dulce como miel de pétalos,
enredándome en zarzas,
deteniéndome en estanques sombríos,
olvidados,
de agua helada de bosque inhabitado,
sentándome en rocas grisáceas,
escuchando el sonido de un arroyuelo helado
que se pierde a lo lejos
lo mismo que mi vida se pierde
tras tu sombra huidiza.

Tras tu sombra invisible,
tras tu pálido olor inapreciable,
tras el silencioso sonido de tus pasos,
me pierdo en la espesura
acariciado a veces por el canto
aburrido de ruiseñores estultos,
jadeando,
vomitando entre los árboles sombras de nube gris,
atragantándome,
escupiendo noches de placeres turbios,
corriendo tras tu sombra frágil,
tras tu sombra huidiza.

No te alcanzo.

27 junio 2006

Cincel


Tú eres el cincel que alisa
lo más duro de mi ser.

Martillo alguna vez,
cuando chocamos de golpe,
porque no es todo
tan liso como se ve,
y hay que pulir a menudo
superficies, y tallar
las puntas más afiladas.

También me lastimas, a ratos,
cuando tu impacto es contundente,
cuando pesas demasiado
y das duro en mi entereza.

Pero gracias a ti
he aprendido a ser más suave.
A cada golpe de cincel
deviene mejor mi carácter,
mejor mi vida entera,
porque haces desaparecer
sus más ásperas aristas.

26 junio 2006

Hilos

Hilos (1994)

Una vez más el dolor de tu ausencia:
esa última mirada suplicante
como si fueras un náufrago
que alza las manos hacia el bote salvavidas.

Tan solo un tenue hilo que nos sujeta
y que se va haciendo cada vez más largo,
cada vez más largo,
hasta que ya no sé si me miras
o no miras nada,
hasta que ya no sé si te veo.

Y no consigo darte la espalda.
Y camino hacia atrás como los cangrejos
porque no quiero perderte de vista
aunque seas un puntito microscópico.
Y me tropiezo y la gente me mira
y yo sigo tirando del hilo,
incapaz de soltarlo,
porque no sé cuándo va a ser la próxima vez.

23 junio 2006

Estoy embrujado


Todo cabeza abajo, al otro lado del espejo.

Cuando empezaba a creer que me estaba volviendo loco,
me he dado cuenta de que no: no he perdido aún la cabeza.

La izquierda y la derecha unidas, la derecha y la izquierda confundidas.

Cuando empezaba a creer que vivía en alguien,
me he dado cuenta de que no: hay alguien que me vive.

Todo patas arriba, a este lado del espejo también.

Cuando he visto el humo del cigarro atravesar la pared,
cuando me he enterado de que el jefe del taller es un mosquito,
cuando he hecho los viajes de ida y vuelta en dirección contraria,
cuando los mirlos junto a casa me han dicho que son osos lejanos,
cuando un instante ha estallado en un big bang gigante,
cuando he sabido que el fin ocurrió hace mucho,
cuando he bajado al cielo y subido al abismo,
cuando el agua se ha helado y el hielo derretido...

Entonces,
precisamente entonces
lo he adivinado:
estoy embrujado.

22 junio 2006

Ceras de colores

Con la cantidad de cosas que tengo que hacer y me pongo a sacar punta a las ceras de colores y a ver caer los trocitos triangulares sobre un papel en blanco como si fuera nieve de un mundo paralelo. Los trozos van formando figuras entre ellos, se relacionan extrañamente unos con otros, como si nada fuera casual, como si algo les guiara a buscar el mejor sitio, el mejor contraste, la belleza perfecta. Y yo sigo sacando punta y cojo otro color y vuelvo a ver los trozos que caen en una posición que yo no habría elegido. Nieve triangular de colores. Me quedo como un bobo mirando el papel que estaba destinado al cubo de la basura, esperando que ocurra algo, que los trozos de cera de colores se levanten y empiecen a bailar cogidos de la mano una extraña danza en corro con pasos espasmódicos, que se agarren por las caderas (si es que los trozos recortados de ceras de colores tienen caderas) y formen una cadena y se muevan ondulantes por todo el papel blanco, vertiginosos, esparciendo polvillos de colores por el aire, esperando que se junten en uno, que formen una pelota multicolor que gire y gire y se amalgamen y surja un color blanco de entre todos, una pelota blanca que se funda como nieve y el papel vuelva a parecer blanco, para descubrir, si te acercas lo suficiente, que la blancura del papel la forman miles de partículas diminutas de puro color azul, verde, rojo y amarillo. Un rayo de sol entre las nubes se cuela por la ventana y le da un matiz luminoso al folio en blanco. Hago una foto y escribo esto. Es para ti.

21 junio 2006

Hambre y sed


Estoy hambriento, sediento:
este cuerpo envejecido desea sabrosos alimentos
para seguir quemando la vida.
Estas vísceras cansadas necesitan buenas bebidas
para resistir y vivir.
A pesar de los enemigos que abrasan
el interior sanguíneo,
en contra del mal que me acerca un poco
al incógnito fin,
yo mismo he de buscar,
despacio, el equilibrio,
por encima de controles rutinarios
olvidando fríos números y logaritmos.
Y aquí estoy, con hambre y sed,
queriendo alejar las metas,
para alargar el viaje de la vida,
ayudado por grises perlas de nombre triangular.
Estoy hambriento, sediento,
y no puedo ir a comer contigo,
porque tú mismo también tienes hambre
y no hay bastante para dos, hoy.

20 junio 2006

Quizá nunca hemos sido lo que habríamos querido

Quizá nunca hemos sido lo que habríamos querido (1990)

Quizá nunca hemos sido lo que habríamos querido,
quizá las rocas rompen sueños de espuma en los atardeceres
y los marineros, ávidos de sonidos, desprenden luces
de soledades vírgenes,
quizá tras los visillos se vislumbran a veces
nubes petrificadas de cariños y excesos
y, llegada ya la noche,
sólo la luz amarillenta de una mesa camilla
recuerda los destellos dorados del sol en la cancela.

Quizá nunca hemos sido lo que habríamos querido
pero las amapolas a veces imaginan ser verdes
y los tallos, añoran los dibujos que los gorriones
esbozan en el cielo,
y los gorriones sueñan
ser tan rojos como las amapolas,
y así otra vez, siempre lo mismo.

18 junio 2006

Atardecer en el faro

Hemos vuelto al faro, a nuestro faro.
Pero está transformado, envejecido en su soledad.
¿Recuerdas los viejos tiempos, cuando nos acercábamos
a él para escuchar las sirenas de los barcos?
¿Cuando durante la noche, perdíamos la razón
vigilando el continuo ir y venir del haz luminoso?
Hoy hemos regresado a la luz del día,
mientras el sol cae hacia poniente,
y no tenemos nada que hacer,
no tenemos nada que decir,
porque cuando oscurezca
no oiremos el ruido de los barcos,
porque en el silencio de la noche
no alucinaremos más,
porque se agotó la emoción de aquellos tiempos.
El mar no necesita de nuestra luz andante,
y nosotros, sin remedio, como las naves,
nos hemos quedado sin ayuda
para llegar, sanos y salvos, a nuevos puertos.

16 junio 2006

Y ahora me voy


Y ahora me voy.
Hace una semana una culebrilla blanca y azul me trajo hasta ti. Era algo nuevo acercarme a un desconocido, estaba asustado. ¿Cómo serías? ¿Cómo sería tu cara, tu voz, cómo tu aspecto? Tenía claro que te estimaba y que seguiría haciéndolo una vez resuelto el misterio, una vez deshecha la magia.
Pero no conocía tu voz, ni tu imagen. Tenía rastros cibernéticos de tu carácter, pero es la relación cara a cara la más determinante.
Ha sido alucinante, literalmente. Creo que hemos vivido asombrados estos días, al igual que vivimos los anteriores con verdadera estupefacción. Yo mismo, extrañado por haber conocido a alguien parecido a mi. Parecido en el carácter, en la sensibilidad, en las inquietudes y aficiones, parecido en el conocimiento y en las ganas de aprender.
Jugamos a vivir vidas paralelas, hasta que hicimos cruzar nuestros caminos. Soñamos con construir unas vidas más interesantes, hasta que levantamos un templo sobre sólidas columnas. Estuvimos intentado crear bellos textos, hasta que juntamos nuestras palabras, hasta que las leímos en las largas y anchas paredes de un matadero abandonado y rehabilitado. Compartimos imágenes de alegres colores, hasta que nos enseñamos nuestros propios cuadros, hasta que intercambiamos nuestros carboncillos y acuarelas.
Y ahora, me pongo en la situación de hace una semana y sigo pensando que nos conocíamos de antes, y me sorprendo por haber llegado asustado a ti. ¡Qué magia ni qué misterio! ¡Pues cómo ibas a ser, ladrón de almas que has hecho más y más interesante mi vida!
Esos ojillos verde-grises de ademán curioso, ese metro ochenta sobre piernas de atleta, paseando una brizna de timidez por las aceras de Madrid. Tu templanza y tu hablar pausado y tranquilo, tu respeto y amor infinitos al galeno del norte,... y todo lo que me has enseñado, y la acogida que me diste...
y ahora me voy (¿o vengo?) en otra culebrilla nocturna, sin poder dormir, escribiendo para ti, amigo mío, porque me lo pediste: ya sabes que desde que nos conocemos estoy a tus órdenes.
Y me da miedo pensar que de aquí en adelante te echaré en falta, pero a la vez sé que te tengo aquí mismo, rellenando las paredes de esta taberna con palabras, porque seguimos siendo dos desconocidos, soñándonos en la lejanía, escribiéndonos, leyéndonos.
Me gusta el tiempo que hace, templado y seco, porque así se secan antes mis lágrimas.

14 junio 2006

Cita

Cita (1994)

¿Y si llego a la estación y no estás?
¿Y si bajo del tren y no veo tu mirada gris?
¿y si me he equivocado, o lo has hecho tú,
y nos estamos esperando a kilómetros de distancia?
¿y si te has matado en un accidente de tráfico
y yo me quedo aquí esperándote en un banco hasta que me echen a la calle?

¿y si les digo que no puedo irme porque tienes que venir,
porque no hay otra forma de que yo me encuentre contigo que esta cita,
que no sé ni tu nombre, ni dónde vives, ni tengo tu teléfono?

¿y si te entendí mal, si confundí la hora o la estación?
¿si confundí la fecha?
¿si me confundí completamente y ni siquiera hubo una cita?

Si bajo y no estás en el andén
¿qué hago?
¿me siento en un banco hasta que acabe el mundo por si vienes?
¿y si viniste ayer?
¿cómo hago para volver a ayer?

13 junio 2006

Sakoneta



Sakoneta (2005)

Hoy el mar está blanco. Desde San Telmo, en Zumaia, parte el camino que lleva a Errotaberri, sobre las rocas.

Hoy el cielo está azul. En medio del camino hemos dejado la costa para llegar a Elorriaga.

Hoy el monte está verde. Entre helechos alcanzamos Sakoneta.

Hoy el acantilado está gris. Desde allí hemos visto pasar el tren, saliendo de un túnel antes de entrar en el siguiente.

Hoy el mundo está en paz.

12 junio 2006

Isla de anzuelos

Hoy has traído a nuestra casa
la galerna y el viento salado.
Hoy has traído la risa,
una risa cansada y silenciosa
que tiene más de recuerdo que de risa:
enmudeces y pierdes la mirada
y entonces ríes
y esa risa viene llena de paseos
en bicicleta
por senderos y bahías,
camino del faro,
de tardes eternas con amigos.

Hoy trajiste un abrazo a nuestra casa,
una conversación,
trajiste tu corazón en un teléfono,
y le hablaste en vuestra lengua secreta.

Hoy has desparramado por el aire
palabras mágicas que destruyen el humo de las fábricas:
Sakoneta, Tokiberri, Lerin, Hondarribia,
palabras que se elevan hacia el cielo,
y vuelan alto y escapan y explotan sobre los edificios.

Hoy trajiste la nostalgia por un pasado
que no hemos compartido
pero que desgranamos
y vamos lentamente haciendo nuestro.

Hoy no he tenido que esperar tu carta en el buzón.

09 junio 2006

Isla mía


Isla reflejada en tu propio mar
apuntando al sol celeste
y al abismo del océano.

Isla sin refugio, isla sin diques
en donde amarrar mi chalupa
para descansar en ti.

Isla extraña de verdes y azules
de ocres, granates y ámbares
ajados por el salitre.

Isla mía, archipiélago entero
que me obligas a nadar
entre corrientes marinas.

Islote de rocas abruptas
desafiando al vendaval.

08 junio 2006

No tengo miedo

No tengo miedo (1994)

No tengo miedo
a que algún día
no estés
pues sin ti no seré yo.
Es como el tiempo:
no se puede hablar de qué hubo antes
ni de lo que habrá después
porque el antes y el después nacen del tiempo,
junto con él.
La persona que quede aquí
si algún día tú faltas
será tan distinta de lo que soy ahora
como una nube de un tornillo.
¿Puede un tornillo siquiera
imaginar los días en que volaba
empujado por el viento
difuminando luces sobre las tapias encaladas,
condensando sombras alrededor de las fuentes del parque,
dibujando mapas de Africa en el cielo?

07 junio 2006

Nuestros fantasmas

Hace frío en la calle, nuestros fantasmas andan contra el viento ululando, de noche, sin saber dónde quedarse, dónde tomar descanso, dónde templar sus almas si es que tienen algo así, sin saber a dónde ir, sin saber cuánto tiempo les queda para andar perdidos contra el viento, ululando, de noche...

Pero nuestros fantasmas no van juntos, cada uno anda perdido por su lado, en contra de su viento gritando sus alaridos con dolor, sufriendo en soledad el frío de la calle, quejándose. Desde dentro de casa puedo escuchar sus lamentos subiendo por los cantones de las callejas, entre la niebla surgida del frío, elevándose hacia la negra noche.

Mientras, te escribo estas palabras con sumo dolor, para que sepas la verdad, mi amor, para que sepas que me estoy vaciando por ti, que no soy nada, que no sé dónde quedarme, que no quiero vivir más porque vivir así no es vivir, querido amigo, para que sepas que no soy más que el fantasma de éste que has conocido, ululando en la fría esquina de tu calle.

06 junio 2006

Volver a ser pequeños

Volver a ser pequeños (2005)

Solo deseo que volvamos a ser pequeños, que nos vayamos haciendo cada vez mas jóvenes, que se nos rice el pelo y la piel se nos vuelva cada vez mas suave, que de repente nos echemos al suelo y volvamos a gatear, que se nos olvide todo lo que la vida nos ha enseñado a golpes, que dejemos de hablar, que dejemos de ponerle nombre a las cosas, que los demás dejen de ponerle nombre a todo lo que hacemos, que dejen de buscar los motivos, porque cuando somos pequeños no hay explicaciones ni nombres para nada, que nos suelten a los dos en un patio soleado sobre el césped, que palmotees de alegría y sueltes carcajadas hasta que se te salten las lágrimas cuando me veas, que yo te tire del pelo y te dé un mordisquito en la nariz, inventándonos juegos y palabras que nadie entiende porque no significan nada, que vuelvan las pataletas incontroladas, los tremendos cabezazos, que volvamos a ser lo que fuimos algún día pero juntos, tirándonos pellizcos, sin que nadie sospeche, sin que nadie sufra por algo que a esa edad ni siquiera tiene nombre porque no existen las palabras, solo existen tus rizos rubios, tu escandalosa risa, tus manos regordetas, el reguero de baba que brilla al sol de la tarde, las miradas de ternura y de absoluto éxtasis y adoración que nos lanzamos en ese mundo nuestro, que es solo tuyo y mío, en ese patio soleado en el que reímos y palmoteamos hasta caernos de espaldas sobre el césped.

Que nos vayamos haciendo cada vez más pequeños, como un niño, como un gato, como un pajarillo, que sigamos haciéndonos pequeños como una pulga, como una ameba, que seamos tan pequeños que ya nada ni nadie pueda vernos, que desaparezcamos, solos, en ese mundo que tendrá todo lo que necesitamos.

03 junio 2006

Mi creencia

Cuando hacemos una foto o dibujamos un objeto, reducimos las tres dimensiones espaciales a dos, proyectamos el espacio sobre un plano. Si la foto es en blanco y negro, reducimos todas las tonalidades a una sola gama de color. Además, detenemos la escena y sólo reflejamos un instante, un punto en la recta del tiempo.

Yo creo que de alguna forma similar, este mundo que conocemos no es más que la proyección de otra realidad con múltiples dimensiones. Somos incapaces de distinguir todas las variables que nos aprisionan en nuestras tres dimensiones espaciales en las que nos movemos con el transcurrir del tiempo.

Creo que percibimos únicamente una ínfima parte de un todo con muchos más componentes. Una serie de múltiples elementos se unen, adecuadamente enfocados, para concretar cada objeto, cada cosa que percibimos, cada ser individual.

Creo que esta vida nuestra no es más que una foto en blanco y negro, un paisaje reducido del absoluto. Pero no podemos llegar a aprehender cuáles, cuántos son los ejes de esa realidad en la que estamos constreñidos. Nuestra vida transcurre en una especie de espejo, en el que nos cruzamos y nos separamos, cuando en realidad, nuestra esencia y la de todo lo que nos rodea, están fuera de esta brillante superficie, en la que tal podemos estar juntos viéndonos alejados, en la que podemos compartir un rato mientras nuestras almas habitan tiempos diferentes. Y viceversa.

Quiero creer que cuando esto se nos detiene a cada uno de nosotros, cuando desaparecen nuestras tres dimensiones espaciales y nuestra dimensión temporal, cuando morimos, quiero creer que entonces nos liberamos de esta percepción enclaustrada. Entonces, tal vez, el resto de factores que forman el cosmos permitan que nuestro espíritu, nuestra alma, nuestra inteligencia, lleguen a desplegarse, a des-proyectarse, y comprendamos en qué consiste todo lo que ahora se nos escapa a nuestra observación. Entonces, cada ente individual se podrá abrir como un abanico y retornar a sus múltiples elementos originarios, como componentes diversos del universo eterno y absoluto al que algunos llaman dios.

Mientras ocurra eso, creo que debemos vivir por y para cada uno de nosotros, lo que quiere decir que, necesariamente, debemos hacerlo por y para todas las personas, objetos, colores, sensaciones y vivencias que podamos percibir. Porque somos parte de la armonía universal, no intentemos alterarla. Por mucho que se empeñen algunos en que no podamos vivir así. Por mucho que a veces tengamos que luchar para conseguirlo.

Creo, en definitiva, que hemos de transcurrir por este mundo con amor, amor a todo, amor a uno mismo, amor a vosotros, y mientras dure, y espero que así sea, con profundo amor hacia ti, compañero de mi vida. Y ahora, sólo quiero pensar en cosas bonitas contigo: un zarzal lleno de moras maduras, en una verde pradera que mira al mar, cuando el sol baja hacia el horizonte.

Esta es mi creencia.

02 junio 2006

Profesión de fe

Creo en Dios padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra,
(porque lo vi una vez haciendo carreras con un palo
en el agua que corría por una acequia, entre naranjos).
Creo en Jesús y su mensaje de amor.

A partir de ahí creo en pocas cosas.
Creo en las huellas que tus pies dejan en la arena mojada
cuando caminas a dos pasos de mí,
creo en la ola que te moja los tobillos y vuelve al mar,
llevándose tu sombra,
creo en la primavera, cuando te sientas debajo del almendro
y una brisa ligera te llena el pelo de florecitas blancas,
creo en un viejo chino que acaricia el sol por las mañanas
y baila una extraña danza espasmódica
en un parque por el que paso camino del trabajo.
Creo en una chica despeinada que arrastra un carro lleno de chatarra
y se lava en la fuente de la plaza, donde duerme en cartones.
Creo en dos niñas gemelas, una de ellas con gafas,
que se aferran a mis piernas y me tiran al suelo
y me llenan de babas.
Creo en una mañana gris de invierno con un cielo plomizo
que parece que se come los edificios altos,
creo en la Navidad de las películas americanas,
cuando el niño se asoma a la ventana y ve el patio lleno de nieve
(yo también tuve un patio pero nunca nevó,
también tuve un paraguas con una cabeza de perro en el mango,
y tampoco lo usé: mi madre me avisaba cuando caían tres gotas
y yo bajaba corriendo al patio, pero ya no llovía).
Creo que todos los días matamos a cuarenta mil almas de hambre.
Creo en las playas de Larrabasterra
y en las frías olas del Cantábrico
y en los campos de trigo
y en el envés plateado de las hojas de olivo
y en las uvas brillantes que se desprenden solas de los racimos.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro
pero que tenga playa y amigos y cognac y que estés tú,
si no casi prefiero que me beban las flores o me coman los bichos.
Amén.

01 junio 2006

Ventanas sin cortina

En casa de Hermann y Hans hay ventanas, pero no cortinas. En las casas de la calle Chemnitzstrasse de Hamburgo nadie tiene cortinas en las ventanas.

Hermann es del mismo Hamburgo, Hans de un pueblecito de al lado. Viven juntos desde hace tiempo, desde que se conocieron en Sankt Pauli una templada noche de hace once años.

Hans llega tarde a casa, porque tiene que trabajar duro. Cuando entra en la cocina, Hermann tiene la cena preparada, la cena hecha con mucho mimo.

En Chemnitzstrasse se ven las cocinas de las casas a través de las ventanas, porque no hay cortinas. Hans y Hermann cenan alegremente, contándose las pequeñas cosas de cada día.

Hans ha puesto música y ha comenzado a bailar, dando saltos de un lado a otro con movimientos alocados. Hermann no puede contener la risa sentado en el alféizar de la ventana.

Hans baila para espantar los negros cuervos de la cabeza de Hermann. Hermann ríe porque sabe que no podría ir a dormir sin haber visto bailar a Hans.

Mar Sarónico

sentado en la terraza de esta taberna marina recuerdo otras tardes que hemos pasado juntos en alguna otra taberna en el mar Sarónico, sentados viendo el pueblo oscurecido cuando el sol se oculta tras la montaña, viendo el pueblo que se aferra a la ladera, sentados oyendo el ladrido de los perros perdidos por la colina, oyendo el silbido del ferry que se lleva a los últimos turistas que paseaban hace poco por las callejuelas, sentado viendo los barcos de pesca que regresan al pequeño puerto, viendo las viejas vestidas de negro que se acercan a una iglesia diminuta de color de barro (te gustaron sus cúpulas de tejas rojizas), viendo cómo las viejas encienden una vela cuando cruzan la puerta, una vela delgada y frágil que se dobla, como las propias viejas, sentados admirando la oscuridad el pueblo,

pero en lo alto, donde estamos bebiendo, aún brilla el sol anaranjado y los chavales se lanzan desde un agujero al fondo verdeazulado de una gruta en la que el mar se remansa al penetrar hasta el fondo de la isla, y nosotros sentados bebiendo vino con sabor a resina, yo viendo en tus ojos el mismo verdeazulado del Sarónico, el mismo brillo del sol allí, en el fondo (¿o será por el vino?), y ahora me levanto y me esperas en la mesa porque no resisto la tentación de lanzarme yo también hasta el fondo de la gruta desde ese agujero, y me levanto para acercarme al borde, pero me asusto y prefiero bajar hasta la playa, y desde la orilla, entrar a la cueva de la misma forma que lo hace el mar, aprovechando alguna de las olas,

y ahora estoy dentro y una luminosidad líquida de puro azul se escurre por las paredes de la gruta, temblando por las ondas que mis brazadas producen en el agua: estoy en las entrañas de la isla, me he metido, como el mar, hasta lo más profundo de Hydra, advirtiendo ahora que los chavales ya se fueron, que ya bajan hacia el pueblo gritando y empujándose con el pelo mojado y una mancha de agua oscura en la parte de atrás de los vaqueros, y yo mirando hacia arriba, contemplando el agujero desde el que se lanzaban jubilosos hace solo un instante y ahora estoy solo aquí, en lo más profundo de la isla, el azul verdemar de las paredes se va apagando ahora que la sombra ha alcanzado la parte alta del monte y la luminosidad etérea de humedades azuladas se convierte ahora en una amenaza de azul y verde oscuro,

y nado hacia el mar abierto, hacia la luz que aun brilla al fondo sobre el mar, y la alcanzo, y dejo atrás la gruta y vuelvo a la orilla. Te has acabado el vino mientras yo me bañaba. Tu mirada sigue azul. Dices “¿nos vamos?”. Tengo frío. Oscurece.