La próxima pelea
Venía con la mano izquierda en alto, bajo la luna,
recién salido de las oscuras aguas azules del pantano,
poniendo con cuidado los pies sobre las piedras,
adelante, hacia el pinar
entre zarzas, guijarros, raíces y barro.
Bajé el brazo
después de tomar aire profundamente y expulsarlo
tres o cuatro veces,
y sacudí las piernas
sobre la hierba del arbolado.
Las gotas del último chaparrón caían todavía
por entre las ramas y las hojas,
de vez en cuando pisaba alguna piña
y el frío me iba produciendo
más y más dolor.
Me sentí perdido
en el verde oscuro
que con dificultad traspasaban los débiles rayos de luz lunar,
pero mis pies seguían su camino por su cuenta
entre los hirientes matorrales.
Me pareció que estaba siendo obligado a cumplir
algún artículo de un castigo eterno
para reparar algo que había hecho mal,
una terrible penitencia llena de sacrificio
impuesta por algún todopoderoso dios de la existencia,
la consecuencia de una atroz obligación
enviada por el destino desde tiempos remotos hasta hoy.
Pero yo no creía
en el destino eterno, en dioses todopoderosos,
y mucho menos en castigos ejemplares.
Había salido del agua grave, pero vivo,
bajo la luz de la luna llena entre las nubes,
apenas había conseguido culminar el camino hasta el pinar,
y ahora no quería más que un breve descanso,
templar un poco los pies, proteger mi cuerpo,
disfrutar celosamente de algún fruto silvestre
y prepararme
para la próxima pelea.
Nada más que eso.
__________________________________(enlace al original)