Días de descanso

Van pasando los meses, las semanas, como quien no quiere la cosa, sin darnos cuenta, y así llegan también las segundas vacaciones estivales de la Taberna del Mar. Aunque los camareros haremos las vacaciones por turnos, se queda la taberna cerrada por una temporada. Bueno, cerrada del todo, no, en todo caso, sin servicio. Aquí puede entrar quien quiera y decir lo que más le plazca, pero durante unos días dejaremos de llenar las paredes con letras e imágenes.

Esperamos que todos nosotros, camareros y parroquianos, borrachas de la taberna y clientes ocasionales, vayamos a lejanas tierras de otros continentes o nos quedemos en la playa de al lado, podamos disfrutar de unas semanas de descanso, de contemplación, de fiesta y jolgorio, o de lo que nos depare el último plan imprevisto. Y esperamos también que cuando nos toque volver al ritmo habitual, tengamos muchas cosas bonitas para contar.

Doce encargos

Escribir sobre nada,
sobre lo que dijiste la otra noche,
sobre la puerta que quedó entreabierta,
sobre la metamorfosis de las enredaderas,
sobre las consecuencias de la monotonía implacable de los rayos de luna,
sobre la desconfianza inesperada de los corazones de barro,
sobre la luz inalterada tras los amores culpables,
sobre los cerezos del barrio viejo aturdidos por las ultimas nieves,
sobre las grávidas acequias de la melancolía,
sobre la anodina incandescencia gris de tus ojos congelados,
sobre la perenne inquietud tras los armarios,
sobre la podredumbre exacerbada de los ejecutivos.

Doce encargos, doce embriones.

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(la foto corresponde a una acción de Roberto Equisoain, Fe (evaporada), en la Plaza de Legazpi en Madrid)

No te encontré

Hoy al atardecer te buscaré, tras finalizar los juegos del amor, para que alrededor de una mesa me cuentes todo lo que quieras. Te buscaré, no como en aquellas lejanas tardes, cuando un impulso inconfesable me empujaba hacia ti, pero sí con ganas, porque estar contigo es un placer que no quiero perder.

Después de un año advierto que te busqué, pero no te encontré.

Hama

Junto al Orontes supe
que todas las gélidas mañanas del invierno
desmenuzan previsibles anhelos
para finalizar, mansamente,
ahogadas en un proceloso río dorado,
en este vergel,
donde las enormes norias de madera
emiten sus espantosos aullidos,
que no son de miseria o abandono
sino de aburrimiento.

Junto al Orontes,
las norias de Hama giran lentamente
elevando al paso de las aguas
a algún chiquillo que se acolgaja
y que asciende hasta casi no verlo
y desde arriba se lanza de nuevo al agua
y desaparece corriente abajo.

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Torre de marfil

Menos mal que me inventaron
la torre de marfil,
para entrar en ella
y poder jugar con las palabras.

Cobarde, le dijeron
al jugador que no quería
salir de su torre,
y él les contestó a todos
con una sonrisa silenciosa,
sin que le importara
quién llevaba la razón.
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Sin título

Sin título (1990)

¿Y qué,
si nunca aprendí a responder
a tus miradas indecentes,
si en mi inocencia descubrí
que las concavidades de tus manos
ocultaban caricias no tan dulces?

¿Y qué,
si cuando me rozabas
olvidaba el espacio
y la lluvia infinita resbalando
por aquellos cristales gigantescos
en largas y aburridas tardes de noviembre
de nuestra juventud?

¿Acaso alguna vez me arrepentí?

Sólo cuando te veo arrastrando los pies
cabizbajo camino de tu casa
me echo la culpa de no haber sido
demasiado valiente,
de no haber respondido
como quizá los dos nos merecíamos.

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