
Ya volvemos, ya. Con tanta nevada hemos terminado las vacaciones tarde y a trompicones. Y para que el regreso tenga un nexo de unión con lo realizado hasta ahora, comenzamos recordando los títulos escogidos del 2008:
“Al final”, de Serrano y
“De aquellas noches”, de Zendoia.
Esperemos que el nuevo año sea feliz y próspero, y venga cargado de espléndidas cosechas.
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Al finalSiempre tú al final,
por más que desespere
entre los riscos de mis terrores mitológicos,
por más que, entre las ruinas,
arrastre mis sandalias de esparto
entre columnas y frontones deshechos,
por más que salte el agua del estanque,
verde y espesa como sopa de algas,
siempre tú al final.
Y sin embargo pienso que hemos perdido el tiempo,
que no hemos sabido
decapitar nuestras más sordas pesadillas,
que no hemos podido
alcanzarnos
entendernos
mirarnos
disolvernos.
Pero siempre tú al final.
Tú con tu mirada
de niño tímido al final,
con tu media sonrisa al final,
con tu arrastrar de pies,
con tu cogote gris
con tus silencios.
Siempre tú al final.
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De aquellas noches¿Y qué queda de aquello?
Una noche, o cientos,
apoyado contra la pared de piedra,
sosteniendo una cerveza
ya sin espuma,
al borde de la barra.
A escondidas en la oscuridad,
medio extraviados de lado a lado,
queriendo abrirle un túnel a la vida
para escapar de la rutina,
así construimos el camino subterráneo
que traspasar para llegar a otro mundo
que creíamos invariable
y a la vez difuso,
cual carnaval alargado eternamente.
El vago rastro guardado
en una rendija del recuerdo,
pálida luz de noches negras
recorridas a ciegas,
mareo de mil ciabogas
como de remeros mutilados.
Nada más, tal vez,
que las flores marchitas
dejadas por la huella de tantas odiseas
que vimos al borde del camino.
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